Bien conocidas son las hazañas milagrosas y curativas de San Isidro, que ha sido la mejor vacuna para la realeza y los personajes más importantes de la sociedad. Muchos han sido los viajes que ha realizado su cuerpo, aunque casi siempre daba lugar al milagro. Pero no sólo San Isidro y su cuerpo (literalmente) han sido de ayuda para el milagro divino.
En el Monasterio de El Escorial, tenemos las mejores instalaciones protectoras de ataques eléctricos por tormentas, ya que en las bolas que se sitúan en las agujas y veletas del monasterio, podemos encontrar huesos de santos en su interior, que siempre han protegido a los monarcas en su paso por aquí.
Esto no es lo más estrambótico, ya que Felipe II, con su paranoia habitual, hizo todo lo posible para salvarse en su lecho de muerte. Atención a los «elementos» que rodeaban a Felipe II en sus últimas horas de vida, con la esperanza de hacer un milagro.
Una quijada entera de santa Inés, seis cabezas de santos y algunas más de santas (cada una en su relicario de plata correspondiente), un brazo de san Ambrosio, algunas espinas de la Corona de Nuestro Señor, la rodilla entera, con el hueso y el pellejo de san Sebastián, una costilla del obispo san Albano y el brazo de san Vicente Ferrer.
Parece ser que no tuvo mucho efecto…
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