Madrid ha perdido con el paso del tiempo muchísimos conventos e iglesias, ya sea por la falta de cultura y los estallidos de furia o simplemente porque nuestros antepasados no apreciaban como nosotros la conservación de elementos centenarios o milenaros para poder conocer la historia de nuestra ciudad. Si nos asomamos a la maqueta de Madrid que se conserva en el Museo de San Isidro o de los Origenes, veremos como el skyline de la ciudad estaba lleno de torres con chapiteles de pizarra negra, muy al estilo de Estambul con sus numerosas mezquitas. Y muchos de los conventos de mayor curiosidad, fama o belleza se situaban en pleno centro, como el que hoy os traigo, el Convento de San Felipe el Real.

Fue fundado por fray Alonso de Madrid en 1553 por iniciativa del príncipe Felipe, que sería posteriormente Felipe II, por lo que se le dedicó el convento a su nombre. En un principio iba a funcionar con limosnas, pero el Arzobispo de Toledo, del que dependiamos, no lo autorizó, aludiendo que ya San Francisco y Atocha lo hacían.

El claustro fue realizado por Andrés de Martos entorno a 1600. Estaba formado por dos cuerpos de veintiocho arcos cada uno y fabricado en piedra berroqueña. El convento, a su vez obra de Martos, fue posteriormente restaurado por Francisco de Mora.

El convento se situaba en lo que hoy conocemos como la casa del Cordero, esa enorme manzana entre las calles del Correo, Marqués de Pontejos, Esparteros y Mayor. Debido al desnivel, el convento se montaba por la calle del Correo y Mayor sobre una lonja que servía de plataforma, llamada “Gradas de San Felipe”. Estas fueron muy famosas ya que fueron uno de los tres principales “mentideros” que tuvo Madrid. Debajo de la lonja se encontraban las “covachuelas”, unos arcos porticados con tiendas donde se vendían juguetes, cilios o piedras de escopeta, entre otras numerosas cosas. Por desgracia estos arcos no se pueden apreciar en el plano de Texeira 1656, ya que la orientación de los mismos no se aprecia, debido al enorme convento. El pequeño callejón detrás del convento fue conocido como Plazuela de San Esteban.

En 1718 sufrió un incendio, pero pudo ser reconstruido. Durante las Guerra de la Independencia fue utilizado por los franceses como cuartel y su iglesia como caballerizas. Posteriormente se pudo restaurar debido a que se encontraba en muy mal estado. Aún así en 1838 fue demolido por la Desamortización de Mendizabal, para construirse la manzana de la hemos hablado, llamada Casas del Cordero. A su vez se abrieron la plaza de Pontejos, y se prolongó la calle del Marqués de Pontejos hasta la de la Paz, usando la desaparecida Plaza de San Esteban.

Bibliografía consultada:
- Guía del Plano de Texeira, María Isabel Gea.
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