El último rey español de la dinastía de los Austrias, Carlos II, fue una de las mayores víctimas de la leyenda negra, sin obviar parte de hechos reales. Carlos nació en Madrid el 6 de noviembre de 1661 y ya su aspecto despertó los mayores ingenios. Por parte de la Gaceta de Madrid se le describe como “un robusto varón de hermosísimas facciones, cabeza proporcionada, pelo largo y algo abultado de carnes”, mientras que el embajador de Francia en España lo describe como “parece bastante débil; muestra síntomas de degeneración; tiene flemones en las mejillas, la cabeza llena de costras y el cuello le supura. Asusta de feo”.
Entre estas dos descripciones exageradas se encontraba la realidad, el futuro monarca había nacido con algún tipo de enfermedad grave. Fue amamantado hasta los 4 años por 14 amas de cría distintas, comenzó a andar con 6 años, no aprendería a leer y escribir correctamente hasta los 10 y nunca lo llegaría a hacer de manera eficiente. Cumplidos los 15 años ya había pasado enfermedades como la rubéola, la viruela, la varicela, el sarampión e incluso algunos episodios epilépticos. La desgracia física se había cebado con el heredero a la corona española.

Por todas estas causas los enemigos de la corona y el pueblo empezaron a inventar leyendas y mitos de diversa tipología para darle explicación. La más sonada y la que permanecería hasta nuestros días se refería a un hechizo por parte de unas brujas que había en Madrid y que habían fijado su objetivo en el príncipe Carlos. Otro mito muy sonado fue el referido a los episodios de exorcismos, ya que según la leyenda, con 14 años el joven Carlos fue hechizado con un chocolate maldito que tomó, llegando a acusar hasta a su propia madre, Mariana de Austria, de haberle enfermado con la colaboración de Fernando de Valenzuela, su valido.
La leyenda de la maldición por el chocolate caliente fue cogiendo fuerza gracias al confesor del monarca, fray Froilán Díaz, que aseguró que había sido el propio Lucifer quien había realizado esta labor. Este fraile viajó hasta un convento de Cangas de Tineo en Asturias, donde se encontraban tres monjas poseídas, para cerciorarse. Allí fray Froilán tuvo una experiencia mística que le puso en contacto con Lucifer, asegurándole que había maldecido el chocolate. Obviamente no había sido un simple chocolate, ya que contenía sesos de la cabeza de un muerto para quitarle la salud, y riñones para alterar la calidad del semen y no tener descendencia.

Este bulo se difundió de manera masiva en España y en el extranjero, convirtiéndolo en una mentira histórica, llegando hasta nuestros días, Carlos II “el hechizado”.Gracias a las investigaciones científicas actuales sabemos que Carlos II tendría síndrome de Klinefelter, enfermedad genética consistente en una alteración cromosómica X supernumerario, y que se caracteriza por talla alta, escaso vello facial, escoliosis, diabetes, infertilidad, hipogenitalismo, ginecomastia, extremidades largas, criptorquidia, hipospadias, y bronquitis crónica. En el caso de Carlos no se presentaban todos los síntomas, por lo que podría ser una variante. Murió con 41 años con una gran fragilidad mental y especialmente física, que le acompañó toda su vida, causada por la endogamia practicada en todas las casas reales, pero muy constante en los Austrias. Recordemos que sus padres, Felipe IV y Mariana de Austria eran tío y sobrina respectivamente.
Pasó a la historia la autopsia realizada a su cuerpo, practicada dos días después de su fallecimiento: “El cadáver no tenía ni una gota de sangre; el corazón era del tamaño de un grano de pimienta; los pulmones estaban corroídos; los intestinos, putrefactos y gangrenados; tenía un solo testículo, negro como el carbón; y la cabeza llena de agua”.En cuanto a su labor como rey, los historiadores no se ponen de acuerdo, llegando a arrastrar mitos del monarca como verdades históricas y otros adulando al monarca para salvar su figura. Para sus detractores, Carlos II fue una persona incapaz, reflejo de la decadencia y la degradación de España, la aristocracia y sus instituciones, además de retrasada, enfermiza y desmoralizada. Para sus benefactores, fue un monarca de una categoría moral, dignidad e integridad mayor que la vista por otros monarcas españoles, llegando a sobrepasar sus limitaciones físicas con gran ingenio e intelecto, y suavizar el declive al que Felipe III y Felipe IV especialmente nos habían dirigido.

Entre todo este ruido me atrevo a afirmar que Carlos II fue capaz intelectualmente, que tomó decisiones más acertadas que su padre y su abuelo, y se sobrepuso a sus enormes limitaciones físicas y su cuerpo enfermizo. Se dice que era bienintencionado, piadoso y bondadoso, características poco presentes en la dinastía de los Austrias. Posiblemente de haber nacido en una época más favorable y sin sus limitaciones físicas estaríamos hablando de uno de los Austrias mayores, al nivel de Carlos I o Felipe II. Desgraciadamente tuvo que lidiar con su esterilidad y estar “hechizado”.
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