El pene descomunal de Fernando VII

Los que me seguís en redes sociales sabéis mi predilección por los reyes (nótese la ironía). Aún así, siempre intento ser lo más justo con cada uno de ellos, mesurando algunas de sus hazañas. Recientemente publiqué el artículo hablando sobre el mito que rodea la figura de Carlos II por lo que no se me podrá acusar de manipulador o republicano (aunque lo sea) ya que intento sacar las historias más interesantes pero arrojando la versión que se aproxime más a la realidad. 

Hoy hablamos de Fernando VII, mi rey español favorito. Sus actos hablan por sí solos, encumbrándole a la cima de los monarcas, como un espécimen único. Todo lo hizo mal, y cuando digo todo, realmente es todo. Mientras que otros monarcas de los Austrias o Borbones tuvieron luces y sombras propias de sus respectivas épocas con este no hubo ni una luz, si acaso solo cuando falleció. No le fue fiel a nadie, ni siquiera a su familia o a los de su clase social, siempre moviéndose por sus intereses. Podríamos hablar de cómo derrocó a su propio padre, cómo vendió a su país a los franceses y cómo volvió a España tragando una constitución algo más parlamentaria durante un tiempo para instaurar de nuevo su gobierno absolutista. Pero no, hoy no hablamos de estos episodios que merecen cada uno un artículo y nos ocuparía miles de palabras al respecto. Hoy hablamos de algo más banal y absurdo si lo queremos ver así, pero que paradójicamente casi se lleva a los Borbones por delante. Hablamos del pene descomunal de Fernando VII.

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Un secreto a voces que llegó rápidamente a los mentideros y cafés de la Villa de Madrid, magnificando los sucesos, pero que arrojaban mucha realidad. El monarca sufría de macrosomía genital, basicamente un desarrollo descontrolado de los genitales, lo que le dificultaba o impedía en muchos casos tener relaciones sexuales. Y esto para la empresa monárquica son pésimas noticias, ya que de las pocas cosas que realmente tienen que ser realizadas por un monarca es tener sucesión al trono para perpetuar los privilegios de su familia y lamebotas. 

María Josefa Amalia de Sajonia, obra de Vicente López Portaña

La peculiar condición de Fernando VII llegó a ser tan popular entre los cafés, tabernas, tertulias y mercados que llegó a oídos del escritor francés Prosper Mérimée. Este hombre, como si hubiera visto tal condición del Borbón llegó a escribir sobre el falo real que era “fino como una barra de lacre en su base y tan gordo como el puño en su extremidad”. No hay que tener mucha imaginación o ser un experto en anatomía para saber que le resultaría difícil introducirlo en cualquier vagina. Hasta ahora podríamos pensar que Fernando estaba muy bien dotado pero la gente exageró, ya que no hay una fuente cercana ni fiable al respecto.

Si eres un monárquico acérrimo que sigue leyendo mis palabras y está echando bilis por la boca ahora mismo, siento trasladarte lo que escribió uno de los médicos de Fernando: “El rey Fernando VII tiene el miembro viril de dimensiones mayores que de ordinario, a lo que se le atribuye no haber tenido sucesión con sus tres primeras mujeres”. Efectívamente, Fernando ya lo había intentado con su prima María Antonia de Nápoles (m.1802-1806), su sobrina María Isabel de Braganza (m.1816-1818) y su otra sobrina, María Josefa Amalia de Sajonia (m.1819-1829) sin obtener éxito alguno en forma de churumbel. 

María Cristina de Borbón fotografiada en la década de 1870

De hecho con María Josefa, su tercera esposa, contrajo matrimonio cuando ella tenía solo 15 años de edad y Fernando 35 años. Se dice que quedó totalmente horrorizada durante la noche de bodas al descubrir a mini-Fernando (o macro-Fernando en este caso). De hecho, la pobre Josefa, presa del pánico, hizo sus necesidades sobre las sábanas, produciendo un tremendo asco en Fernando, el cual salió totalmente enfurecido de la habitación. Durante las siguientes semanas ella se negó rotundamente a practicar relaciones con el rey, lo que colmó la paciencia del monarca, que solicitó la anulación eclesiástica del matrimonio mediante una misiva al Papa. La Santa Sede intervino y consiguieron convencer a Josefa para que mantuviese relaciones con Fernando, no sin antes rezar un rosario previo acto carnal. Curiosamente no llegaron a tener descendencia, por lo que seguramente el acto nunca llegaría a culminar. Permanecieron casados durante casi 10 años, cuando Josefa falleció de una fiebres graves en el Palacio de Aranjuez con apenas 25 años de edad.

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Fernando VII contaba con 45 años y todavía no tenía descendencia. Se casó con urgencia con otra de sus sobrinas, María Cristina de Borbón-Dos Sicilias, de 23 años de edad, con la que sí llegó a tener descendencia. Desde que se casaron hasta el fallecimiento de Fernando VII pasaron solo 4 años, por lo que salvaron la sucesión por los pelos. El matrimonio tendría dos hijas, la futura Isabel II y Luisa Fernanda. 

En cuanto María Cristina se quedó embarazada empezaron los rumores y especulaciones, de cómo lo había conseguido, sabiendo que durante décadas otras mujeres no lo habían conseguido. ¿Sería una intervención divina? ¿Le habrá sido infiel al rey?

Reproducción de la almohadilla

La realidad es sencillamente brillante, ya que la propia reina sugirió que le fabricasen una especie de almohadilla con una perforación en la parte central de unos pocos centímetros de espesor para que Fernando pudiera introducir el miembro hasta el fondo y así poder culminar sin que ella muriese en el intento. De hecho uno de los médicos reales dejó el testimonio de “sabedora doña Cristina de aquella circunstancia nada consoladora para los intereses del trono, discurrió, o más bien le aconsejaron, que usara don Fernando una almohadilla perforada en el centro, de tres o cuatro centímetros de espesor, por cuyo orificio introducía el pene antes del coito y durante él; así se hizo y alcanzaron sucesión”. Y el invento funcionó, asegurando la sucesión borbónica hasta nuestros días con su tatara tatara tataranieto Felipe VI hoy sentado en el trono.


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