La Quinta de Goya, de 5,08 hectáreas, estaba situada en un montículo cerca del antiguo camino de Alcorcón, hoy paseo de Extremadura. Popularmente se conoció como «Quinta del Sordo», aunque no tiene nada que ver con la sordera de Goya, sino con la sordera de Pedro Marcelino Blanco, anterior propietario.

El 27 de febrero de 1819, Francisco de Goya, cercano a los 73 años, compró esta quinta, muy próxima al Puente de Segovia de Madrid, y destinó la mayor parte de los terrenos a huertas frutales, de regadío y viñedos en la parte inferior, construyendo también una casa para los hortelanos. Además configuró el edificio principal en forma de L, constando con 2 plantas más desván, ventanas rectangulares y balcones con barandillas de hierro.

En las paredes interiores pintó las célebres Pintura negras realizadas con óleo al secco sobre el yeso. El primer catálogo de las pinturas se atribuye a Antonio de Brugada, pintor y amigo personal del maestro, hacia 1828, poco después de la muerte de este, dando cuenta de ocho pinturas en la sala superior (de las que se conservan identificadas siete) y siete en la inferior (todas ellas conservadas e identificadas).
En fotografías de 1874, gracias a las fotografías de Jean Laurent, vemos que estas pinturas tenían pegados unos marcos de papel, estando el resto del paramento decorado con papel pintado con motivos florales y vegetales en la planta inferior, y geométricos diagonales en la superior.

En estas fotografías se constata el estado de deterioro de las pinturas en el muro, con grandes grietas, arrastres de color, repintes, y faltas rellenadas con yeso. Los negativos de vidrio originales, del gigantesco formato 27 x 36 centímetros, se conservan en el Archivo fotográfico Ruiz Vernacci. Lo más destacable de su arquitectura era la fachada, con un gran portalón descentrado en arco de medio punto enmarcado por estuco. También construyó jardines con caminos que formaban terrazas escalonadas y adornando una fuente de estilo italiano que hoy se conserva en Alcalá de Henares, en los Talleres de Arte Granda.


La «Quinta del Sordo», donde residió el artista durante unos meses antes de marchar a Burdeos, fue donada por el propio Goya a su nieto Mariano de Goya y Goicoechea en 1823 quien, a su vez, la vendió en 1859. A partir de 1873, el barón de Erlanger, aristócrata y banquero francés, es dueño de la finca titulada «Quinta de Goya». En 1874, Émile d’Erlanger, encarga el traslado a lienzo de las pinturas murales de Goya, para llevárselas a su mansión parisina.

Convertidas en cuadros, se mostraron en el Palacio del Trocadero, de la Exposición Universal de París de 1878. Y acaba donando toda la serie al Museo del Prado, en 1881.
La Quinta pasó por diversos propietarios hasta que en 1891, en la parte baja de la huerta, se construyó la estación de Goya, la cual daba servicio a una línea de vía estrecha que unía Madrid con el municipio toledano de Almorox, y en 1913, el palacete fue derribado. Aún así, el mayor de sus tesoros, las Pinturas Negras fueron conservadas y podemos ver 14 de ellas entre los fondos expositivos del Museo del Prado.

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