¿El organillo es un instrumento madrileño?

El organillo, ese instrumento clave de la música madrileña, del casticismo, compañero inseparable del chotis de verbena y tocado por una intérprete vestida con su mejor mantón de Manila. Esta escena que ha permanecido durante más de un siglo en Madrid ha ido desapareciendo de las costumbres y ha quedado desgraciadamente relegada a las más pintorescas escenas de los festivos madrileños. Seguramente no hay madrileño al que le desagrade este elemento festivo y no ponga en duda sus orígenes madrileños.

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Pues traigo malas noticias para los más nacionalistas, ya que este instrumento fue introducido por el italiano Luis Apruzzese en la sociedad madrileña. Este lutier se instaló en Madrid siguiendo los consejos del músico Tomás Bretón, que le instaba a traer su invento. Se instaló concretamente en la Costanilla de San Andrés, trasladándose poco después a la Carrera de San Francisco, desde donde empezó a distribuirlos por toda la ciudad. El organillo es un piano de manubrio o manivela, elaborado con madera de nogal y de pino. En su interior se encuentra el núcleo con forma de cilindro, también de madera, con una serie de púas que contienen la melodía grabada que se quiere reproducir. 

Así se hablaba en Madrid de este invento en la época:

“Instrumento muy sencillo, pues su manejo es de modo que hay quien toca el organillo dando vueltas con el codo. Desde el chico hasta el más grande conocen sus maravillas; su justa fama se expande desde el Rastro a Las Vistillas. Que siempre fue el organillo quien llevó dentro de sí, claveteado en su rodillo, todo el alma de Madrid”. 

La historia del organillo y del chotis se entrelaza rápidamente, llegando a unas cotas de popularidad nunca conocidas y con esto llegaron los organilleros. Algunos de ellos eran muy conocidos con sus sobrenombres en la sociedad madrileña, como el Carbonero, el Corbata, el Pollo Gris, el Claveles, el Niño Bonito, el Posturas o el Sordo.

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En 1995 la tradición familiar de los Apruzzese llegó a su fin, ya que el último de los hermanos, Antonio Apruzzese, falleció y con él la maravillosa labor castiza dedicada a la elaboración y afinado del organillo. El último taller de los Apruzzese se encontraba en la Carrera de San Francisco, número 7.


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3 comentarios sobre “¿El organillo es un instrumento madrileño?

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  1. Me sorprende lo del maestro Bretón como alentador de la introducción del organillo. El autor de La verbena de la Paloma sorprendió por poner música a este sainete lírico precisamente por no ser muy amigo de lo castizo y popular. Pero por la misma época, aquí en las ciudades y grandes poblaciones de Andalucía, también había organilleros. Y hasta principios de 1990 alguno existía. Yo los conocí en los 80, con el organillo tirado por un asno, tocando pasodobles, sobre todo. Lo que me llama la atención es el por qué se le designa aquí en España, organillo, cuando de órgano no tiene nada, y se trata de un piano de manubrio, hermano de la pianola, enriquecido con un sistema de campanillas lengüetas metálicas que dan esa sonoridad característica. De ahí la confusión con el verdadero organillo, que lleva un sistema de tubos y funciona con aire, invento alemán. Siempre entendí que los pianos de manubrio habían sido importados desde Italia por músicos callejeros, otros con arpas o cajas de música, que llegaron huyendo de la guerra italiana, mendigando por España con su música callejera. Y entre otros instrumentos, el piano de manubrio portátil, o de salón, portado sobre un carro y tirado por bestia, o a veces el pianista u organillero, o la chavalería que solía rondarle. Y no a todos gustaba el sonido del organillo. A principios del siglo XX, lo recoge la zarzuela El bateo en su coro de organilleros, salió en Madrid una ordenanza para regular le excesiva proliferación de organilleros en la ciudad. Las quejas y denuncias eran constantes, y cansaba el continuo sonsonete del instrumento por todas partes. Los organilleros formaban gremios que trabajaban, sin saber nada de música y reclutados de lo que se decía, lo más bajo de la ciudad, para unos señores, dueños de los instrumentos, y metidos en otros trabajos no tan honrados, formando verdaderas mafias, bastante peligrosas. Los organilleros marcaban su zona, por lo que las riñas, navajazos y escándalos eran diarios. A parte del miedo que ocasionaban a los vecinos, que si o si tenían que arrojarles su dinero correspondiente, bajo amenaza e intimidación de los organillero, que conocían muy bien a la vecindad y podían darles más de un susto desagradable. La ley imponía la prohibición de tocar pianos de manubrio en la vía púbica y parques, salvo verbenas, fiestas o ferias. Esto acabó con esa multitud de organilleros en Madrid, y por imitación, en otras ciudades. El tiempo relajó o acabó por olvidad esa ley y empezaron a volver, ahora pocos y vistos como algo típico, castizo, sobre todo en los años 40.

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