Esta historia tiene como protagonista a un astuto perro vagabundo, de mediano tamaño y pelo negro con manchas blancas por todo el cuerpo. Cierto día, este animal se las ingenió para colarse en uno de los mejores restaurantes de Madrid, el Café de Fornos, situado en el cruce de la calle Alcalá con Virgen de los Peligros. El perro una vez dentro del recinto se paseó por todo el café, olisqueando cada mesa en busca de algún resto apetitoso de comida; de vez en cuando se paraba enfrente de alguna mesa, se sentaba y miraba a los comensales, esperando educadamente a que alguien dejase caer algo de su plato.

El marqués de Bogaraya solía frecuentar el mismo establecimiento y en aquel momento entró y se sentó en una de las mesas. El animal al verlo se dirigió hacia él y se colocó a su lado. Terminó el marqués de comer y comenzó a juguetear con el perro tirándole un hueso. Impresionado con la docilidad del animal, le puso el nombre de Francisco, por ser el día de San Francisco de Asís, pero como el nombre era demasiado largo para un perro finalmente lo llamó Paco.

Al día siguiente, el marqués volvió a comer al mismo restaurante. Paco le esperaba en la puerta. La amistad con el animal iba creciendo, pero ya no solo con el marqués, sino también con los camareros del restaurante. Iban pasando los días y los clientes ya conocían a Paco, pues siempre se quedaba esperando en la puerta hasta ver aparecer a su nuevo amigo, mientras tanto saludaba cariñosamente a todo aquel que se acercaba a él para darle comida o alguna caricia.
A los pocos días era conocido por todos los vecinos de los alrededores y los dueños del restaurante le proporcionaron un hueco en el local para que no pasase las noches a la intemperie. Era tal el cariño de la gente por el perro, que se hizo famoso en todo Madrid. Incluso era admitido en lugares prohibidos para otros perros, por lo que el animal entraba despreocupado a teatros, circos, plazas de toros, ninguna puerta se cerraba para Paco y menos cuando iba acompañado del marqués.

Era tal su fama que le dedicaron bailes y se compusieron canciones en su honor, su retrato aparecía en las cubiertas de las partituras, su fotografía en las ventanas de las tiendas de música, sus aventuras y anécdotas se contaban en periódicos, incluso uno de estos se llamaba El Perro Paco, especializado en opinión política, convirtiéndose en el portavoz de sátiras contra el gobierno.
En mayo de 1882, se celebraba una corrida en la plaza de toros de Madrid, donde Paco estaba presente, un joven novillero se encontraba en medio de la plaza, su corrida estaba siendo un fracaso, por lo que la gente no paraba de abuchear y el novillero cada vez estaba más angustiado. Paco al ver la situación saltó a la arena de la plaza y comenzó a ladrar al torero, este al ver la reacción del perro cogió su estoque y furioso se dirigió hacia el perro clavándose en el costado, todo el mundo quedó estupefacto durante una milésima de segundo, después fue aún mayor el abucheo.

Finalmente, la Guardia Civil tuvo que personarse en la plaza para llevarse al novillero, pues la gente de la plaza se le echaba encima para recriminarle. Paco fue atendido lo más rápido posible, pero nada se pudo hacer por él, murió a los dos días, su herida era demasiado grave y profunda. Su muerte ocasionó un auténtico luto en Madrid, pero aún fue más sentida y llorada en el Café de Fornos.
En 1889 Paco fue enterrado en una tumba anónima en algún lugar del parque del Retiro, años antes había sido expuesto en un museo de Madrid..
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