Hasta el siglo XIX los mataderos públicos, salvo el del Saladero, estuvieron en la zona sur de la ciudad, probablemente porque la mayoría del ganado de abasto entraba por la puerta de Toledo.
El matadero de la puerta de Toledo fue ampliado sobre uno anterior que existía desde el siglo XVII, el cual carecía de condiciones constructivas e higiénicas. Su diseño se debe a Juan José Sánchez Pescador quien utilizó el sistema de pabellones independientes siguiendo el modelo de mataderos de ciudades europeas imperantes en aquella época: grandes naves con cubiertas a dos aguas, zócalo de cantería, fachadas de ladrillo y altas chimeneas de ladrillo igual mente. Las ventanas y la armadura eran de madera.
Su construcción comenzó en 1855 y, tras la jubilación de Sánchez Pescador, fue sustituido por Joaquín María Vega y Agustín Felipe Peró en 1863.
La entrada estaba en la calle de Toledo y el conjunto constaba de tres pabellones rectangulares -situados paralelos a la ronda de Toledo para la matanza de cerdos, carneros y vacas. El cuarto pabellón, destinado a las mondonguerías, no llegó a construirse (las cuales seguían en el Rastro).
A la entrada del matadero, a cada lado, se situaron dos pequeños edificios que albergaron las oficinas.
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