¿Quién no se ha preguntado alguna vez lo que significan los azulejos de porcelana que hay en muchas esquinas y sobre los accesos de entrada del Madrid antiguo con el rótulo «Visita G. Manzana n.º…»?
En 1740, buscando la recaudación de impuestos, el rey Fernando VI mandó que se realizara la inspección o Visita General de Regalía de Aposento, consistente en una relación detallada de las casas y manzanas que había en Madrid en ese momento. El resultado fue que había 557 manzanas y 7049 casas. En 1751 se ordenó rotular las calles y numerar las casas y manzanas con los mencionados azulejos de porcelana que vemos hoy en día.
Este sistema era muy confuso como era de esperar, pues dio lugar a que hubiera varias calles con el mismo nombre y números de casas repetidos, incluso dentro de una misma calle, ya que correspondían a distintas manzanas.
Como se daba el caso de que existían hasta cinco calles con el mismo nombre y calles con varias denominaciones, el marqués viudo de Pontejos, corregidor de Madrid, abolió el 10 de marzo de 1835 el sistema de numeración por manzanas, estableciendo el de pares a la derecha e impares a la izquierda en cada calle, partiendo del punto más cercano a la Puerta del Sol, sistema que se mantiene actualmente (la numeración correlativa para las plazas no se estableció hasta 1860). Además, reformó el nombre de 240 calles, casi la mitad de todas las existentes en aquel entonces, implantando la costumbre de utilizar nombres de personajes y hechos gloriosos.

Es a partir de este momento cuando el callejero se convierte en reflejo de los cambios políticos que caracterizaron la segunda mitad del siglo XIX, iniciando una costumbre que no se ha perdido en nuestro siglo.
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