El escritor universal de nuestra lengua nació en Alcalá de Henares, o al menos todo apunta a que así fue, pero no llegaría a la capital hasta 1566, paradójicamente ya convertida en Villa y Corte. El futuro escritor y su familia llegaron a Madrid tras muchos viajes, por ciudades como Valladolid, Córdoba, Cabra o Sevilla, donde Rodrigo Cervantes, su padre había probado suerte, pero sólo encontró deudas y malas experiencias, incluida la cárcel. Ya se ha tenido en cuenta la posibilidad de que el pequeño Cervantes ya pasaría, aunque fuera de viaje, por Madrid, ya que la ruta típica que se realizaba de Alcalá de Henares hacia Valladolid, incluía a la capital en su itinerario.
Desde los seis hasta los diecinueve años, los Cervantes pasarían sus vidas en tierras andaluzas, hasta que un episodio con Andrea, la hija mayor, cambió todo. Resulta que Andrea tuvo un hijo con 21 años en 1565, apuntando todo a que estaba fuera del matrimonio. Incluso en algunos escritos el apellido del niño baila entre Figueroa y Ovando. Finalmente Nicolás de Ovando fue confirmado como el padre, cuya familia salía perdiendo en reputación frente a los Cervantes, por lo que decidieron dotar de una cuantiosa cantidad económica para que Andrea pudiera cubrir todo, y que la imagen de los Ovando no se viera perjudicada.
Una vez zanjados los problemas que tuvieron los Cervantes en Andalucía, se trasladaron a Madrid, siendo aún una incógnita el porqué decidieron venir aquí y no a otra ciudad. Aunque obviamente al año de venir, ya Madrid era donde se encontraba la Corte, gracias a Felipe II, por lo que todo indica que este fue un motivo importante.
A la ciudad llegan Rodrigo, el padre con 57 años cumplidos, bastante sordo, aunque seguía trabajando como barbero, su mujer, Leonor de Cortinas, Andrea la hija mayor con su hija, los varones Miguel y Rodrigo con 19 y 16 años respectivamente, Magdalena con 13 y Juan con 11. Andrés, el primer hijo que tuvo el matrimonio, falleció de pequeño y Luisa se quedó siempre en Alcalá, enclaustrada en el convento junto a la casa natal.
Las aventuras amorosas de las hijas de Cervantes fueron apasionantes y dignas de un artículo aparte. Mientras tanto, el jóven Miguel, formado de manera brillante en Andalucía y ya bien dotado para las letras, ingresa en los Estudios de la Villa, de los que hemos hablado ya en algunas ocasiones en el blog, siendo Juan López de Hoyos su maestro en gramática. Publicaría algunas obras cortas en sus primeros años en Madrid y todo apuntaba a que la carrera de Miguel iba muy bien dirigida. Finalmente como toda buena historia, a Miguel también le llegaron infortunios, ya que con 20 años se enfrentó con Antonio de Sigura, por motivos aún desconocidos, aunque se dice de él que era un «andante en esta corte», por lo que puede considerarse como un simple visitante de la Corte.
Por este episodio, Miguel tuvo que salir en dirección a Italia para evitar el castigo de la justicia española y este sería el momento donde verdaderamente empezarían las increíbles aventuras de su vida, que parecen sacadas de algunas de sus novelas.
Desde allí, los episodios de Lepanto, y su cautiverio en Argel son más que conocidos, por lo que iremos a lo que nos interesa.
Cervantes volvió a la Corte en 1580, 11 años después de su partida. La situación en Madrid no era la mejor de las posibles, con episodios de gripe y problemas políticos, donde no quedaba muy claro si Madrid conservaría su carácter de Corte de la Corona.
El primer lugar que visitará al llegar a Madrid fue la casa de su hermana Andrea, que desde 1577 vivía en una casa de la calle Reina, en un barrio de nueva construcción en la época, que actualmente es Chueca. En esta vivienda pudo haber estado un tiempo al volver a Madrid. Allí, su hermana Andrea se dedicaba a labores de costura, junto con una aprendiz, llamada Isabel Alvear. Posiblemente la hermana más pequeña de la familia, Magdalena, también viviese con ella.
Rodrigo se había marchado, desde Argel hacia los tercios de Flandes. Rodrigo estuvo prisionero junto con Miguel en la ciudad africana, donde sería «rescatado» por la Orden de las Trinitarias, que sería tan importante para él. Mientras tanto, Juan, el pequeño, no se conocía mucho de él.
En cuanto a los padres, no se sabe con certeza. Muchos piensan que también vivirían con Andrea, pero con un contrato que se encontró, se desmiente, ya que Leonor Cortinas, la madre, vivía en un piso de la calle Leganitos de alquiler.
La anexión de Portugal al imperio español
De todos es conocida la reclamación de los terrenos lusitanos por parte de Felipe II, justificando una descendencia directa. Este aspecto también afectó a Miguel, ya que desempeñó la tarea de espía en Orán. El monarca se planteó diversas expediciones al norte de África. Finalmente, por el idioma, su experiencia y conocimientos, Miguel sale de Madrid en 1581, encontrándose en mayo en la ciudad portuguesa de Tomar.
Tras desempeñar su misión volvió a la corte pronto, ya que en febrero de 1582 ya estaba de vuelta en Madrid. Justamente es en esta época cuando se plantea retomar su faceta literaria que había dejado abandonada en su juventud, con su maestro López de Hoyos.
Realizó dos obras de teatro, «El trato de Argel» y «El cerco de Numancia». «La Galatea» sería su obra más importante desde el principio, que consiguió ser publicada en 1584, tras la espera de conseguir el permiso legal para su impresión y edición. No es casual la temática de «La Galatea», ya que ese aire bucólico y romántico estaban presentes en el escritor. En 1583, durante el verano, tuvo un romance con Ana Franca o Villafranca, como otros la llaman. Era una tabernera de la calle Tudescos. Esta jóven tenía 17 años menos que Miguel, una jóven de 18 añitos solamente. Ana Franca ya tenía un marido, pero su condición de comerciante, facilitaba que el hogar marital estuviera vacío, acogiendo a posibles amantes.
Cervantes aprovechó la situación, y tanto fue así que tuvo una hija, llamada Isabel. Al principio fue un problema para la familia, ya que no sabían cómo podían solucionar las carencias económicas de la familia. Miguel se hizo cargo de su hija extramatrimonial por completo. Posteriormente se casó con Catalina Salazar, una joven de un pueblo asturiano, que facilitó su vida. Miguel se había convertido en recaudador de impuestos por toda la Mancha. Justamente sería esta experiencia la que haría de él, un magnífico escritor para la temática de «El Quijote». Tales fueron sus idas y venidas que llegó a mudarse a Valladolid, con la propia Corte, en ese episodio ridículo que creó el duque de Lerma y el rey Felipe III.
Última etapa de la vida de Cervantes
Finalmente Cervantes con 61 años, empezaría la última etapa de su vida en Madrid. Ya había recibido la noticia del fallecimiento de sus padres y su hermano menor, Rodrigo, por lo que afrontaba su vida de otra manera. Dejó atrás su faceta aventurera que tantas alegrías y desgracias le habían traído. En 1608 vive detrás del Hospital de San Antón, y otros dicen que vivió ya en Huertas. Lo que queda claro es que en 1611, ya está en el barrio de las Letras, donde afrontaría sus últimos años de vida. Aun así, el primer domicilio que acoge a los Cervantes en esta zona, era una casa situada entre Huertas y calle Príncipe, y no la famosa actual de la calle Francos, hoy Cervantes.
En esta época estaba recibiendo notables críticas y numerosos seguidores por la primera parte de «El Quijote», algo que no llegó a disfrutar como debería el propio autor. Las «Novelas Ejemplares» nacieron en esta etapa final, mientras que la segunda parte de «El Quijote» iba tomando forma, y más forzado para desmentir la aparición de una falsa segunda parte de su obra magna, que posteriormente sabremos que fue escrita por Alonso Fernández de Avellaneda. Tras los fallecimientos de Andrea en 1609, Magdalena en 1612 y su nieta Isabel Sanz del Águila en el mismo año, el autor estaba en un estado melancólico, donde poco quedaba ya por hacer.
Finalmente, Miguel de Cervantes falleció en su casa de la calle Francos, un 22 de abril de 1616, siendo enterrado al siguiente día en la próxima Iglesia de las Trinitarias, a las que tanto debió en vida.
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