Desde su fundación Madrid ha tenido una muralla construida por sus primeros pobladores islámicos. Poco después los cristianos se hicieron con el control de la ciudad y realizaron otra muralla, más amplia que envolvía los arrabales que se crearon bajo el control previo. Con el paso de los siglos la ciudad perdió su carácter defensivo y las murallas estorbaban más que otra cosa, especialmente sus puertas de acceso. Estaban diseñadas para dificultar el tránsito de las huestes enemigas por lo que no estaban pensadas para épocas de paz. Las puertas de las que vamos a hablar hoy tienen importancias totalmente distintas pero tienen algo en común, se destruyeron para comunicar los mismos caminos.
La Puerta de la Vega fue junto con la de Santa María y la Sagra una de las primeras construidas de nuestra ciudad. Mencionada en las fuentes originales como Alvega, este acceso comunicaba la fortaleza con “la Vega” del Manzanares. Fue la más relevante defensivamente hablando ya que era la que veían los atacantes al intentar capturar la ciudad. La historia de esta puerta da para un extensísimo artículo, lo cual no es mi intención. Vengo a hablar de la “nueva” Puerta de la Vega.


Como ya he mencionado en la introducción, las puertas de acceso a las murallas llegaron a molestar enormemente el tránsito comercial de los madrileños. En este caso, la Vega estaba también en estado ruinoso. Por ello se decidió demoler la construcción original, entendiendo por original los constantes arreglos que la puerta sufriría por los ataques. La “nueva” fue construida en 1708. Tenía un aspecto mucho más ornamentado, abandonando el aspecto fortificado previo. Estaba formado por un gran arco central, que contaba a su vez con una pequeña hornacina con la figura de la Virgen de la Almudena y dos postigos laterales. Desgraciadamente tampoco duraría mucho en pie ya que según Peñasco y Cambronero, la nueva puerta de la Vega fue destruida en 1830. Mesonero Romanos menciona que en 1850 quedaba una pequeña abertura irregular en las tapias.
En el caso de la Puerta de Segovia la cuestión cambia totalmente. Se ha especulado mucho sobre la presencia de un portón en tiempos pretéritos islámicos o cristianos (siglos IX-XI) o algún tipo de acceso para regular el arroyo de San Pedro, que pasaba por la calle Segovia hasta desbordar en el Manzanares.La arqueología no nos ha confirmado nada. Lo que sí podemos afirmar es la existencia de una puerta de acceso con la construcción de la Cerca de Felipe II (siglo XVI). Esta zona necesitaba algún tipo de control ya que hasta el siglo XIX, el cerro de la Almudena y el cerro de las Vistillas se encontraron serias dificultades para comunicarse. Esto se soluciona con la construcción del Viaducto de Segovia en 1874 (el actual es su segunda versión construida en 1934).

Volviendo a la “nueva” Puerta de Segovia, esta fue construida en 1703 derribando la anterior de la Cerca de Felipe II. El diseño fue de Teodoro Ardemans, prestigioso arquitecto. Contaba con dos pequeños arcos de medio punto con pilastras en los laterales. Cada arco estaba coronado con un frontón triangular. El conjunto fue realizado en ladrillo, lo que no suma mucho a su favor. Pascual Madoz calificó la puerta como “fea y de poco gusto”. La puerta no aguantó mucho en pie, ya que fue derribada en 1849, bajo la promesa de construir otra mucho más elegante a escasos metros, aunque nunca se llegaría a consumar.
Las “nuevas” Puerta de la Vega y Puerta de Segovia fueron bastante despreciadas por el público general. Con la llegada de los Borbones a la corona española se intentó embellecer algunos lugares de su regia corte y más si pensamos en la proximidad de ambas construcciones con el Alcázar, que poco después se quemaría, era necesaria una modificación de la zona.
Antonio Ponz fue uno de los mayores críticos de ambas puertas, diciendo que no merecían “ni mencionarse, ni serían propias para un pueblo mucho menos magnífico”.
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