Si me estás leyendo y vives en Madrid seguro que conoces la Discoteca Kapital en Atocha. Se encuentra en un imponente local de 7 plantas de hormigón armado. Esta discoteca abrió sus puertas en 1981 con el nombre de Titanic, en referencia al enorme tamaño de la misma, cambiando de nombre a Kapital unos años después.


El origen de este edificio lo encontramos en 1928 cuando su arquitecto, Eduardo Lozano Lardet, realizó una de sus mayores obras en Madrid. La obra consistió en un edificio de viviendas con fachada a la vecina calle del Cenicero y una sala cinematográfica con vistas a la calle Atocha. La obra culminaba con una terraza con proyecciones al aire libre y una sala de fiestas en el sótano. Las obras finalizadas al año siguiente con un torreón esquinero, símbolo del edificio, fueron todo un acontecimiento.
La decoración cumplía con las modas expresionistas y racionalistas de la época, dejando las fachadas limpias y libres de ornamentos. Aún así, a la altura de la primera entreplanta se realizaron bajorrelieves de escayola policromada con inspiraciones cinematográficas, por el pintor Almada Negreiros.
¿Vivir en el mismo edificio que un cine? Nadie pensaba en unas condiciones dignas de convivencia por el ruido que generaría el cine. Nada más contrario de la realidad, ya que se construyó un patio interior con forma triangular que servía de barrera acústica a la perfección. Nada más entrar al cine San Carlos por la calle Atocha nos encontrábamos con el acceso a la ya mencionada sala de fiestas del sótano y una cafetería. El vestíbulo estaba perfectamente iluminado por cuatro enormes huecos por donde entraba la luz natural. Desde aquí podías subir por sus imponentes escaleras o tomar uno de los dos ascensores que fueron instalados para acceder a las localidades más altas del cine. La decoración interior estaba muy cuidada e imitaba la decoración de escayola de la fachada. Nada más entrar en la sala, podías apreciar la amplitud de sus butacas y escenario. Las salidas estaban orientadas hacia la calle del Cenicero.
El edificio contaba con dos anfiteatros que ocupaban las cuatro primeras plantas en su totalidad, además de un grupo de palcos laterales que sumaban un total de 1446 localidades disponibles. Durante la inauguración del cine San Carlos se estrenó la película Ben Hur, dirigida por Fred Niblo en 1925. Desde la quinta planta se accedía a la terraza de cine de verano, donde se encontraba otra espléndida cafetería, donde se encontraba a su vez la cabina de proyecciones y una pequeña zona destinada a los palcos para este tipo de proyecciones. La terraza estaba decorada con cuidado, como el resto del local. Se colocaron filas de sillas de madera movibles para los espectadores que no usaran el palco. Desde aquí se podía observar con más detalle el magnífico torreón esquinero del edificio. El objetivo de este torreón era el de imitar un faro y llamar la atención de los viandantes. Era una práctica muy común en muchos de los cines construidos durante esta época, como el desaparecido Real Cinema.


Tras 2 años cosechando éxito se realiza su primera reforma, instalando un sistema de refrigeración a 18º, siendo el primero de este tipo de toda España. Durante el desarrollo de la Guerra Civil, el cine San Carlos pasa a llamarse cine Durruti. Tras la contienda bélica recuperaría su nombre original. Con la posguerra cambiarían muchas cosas en Madrid y la gente no tenía tantos recursos como para desperdiciarlos en una sala de cine.
Tras unos años de dificultades cerró la terraza de verano, sobreviviendo la sala cubierta hasta 1981, cuando hizo la transición a discoteca. Con el cambio se modificó la fachada, perdiéndose los bajorrelieves y colocando unas pinturas cubistas en su lugar. La terraza de verano desaparece y se construye una nueva a la altura de la sexta planta con una cubierta movible destinada a restaurante y cafetería. Muchos fueron los cambios y modificaciones que se realizaron para adaptarla a su nuevo uso, aunque por fortuna se han conservado algunos elementos del pasado, como las barandas de las escaleras y la decoración de algunos palcos y anfiteatros.

Un local vivo donde los más jóvenes se divierten sin saber el pasado de una época olvidada.
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