Cada 31 de diciembre, cuando el año se apaga y el siguiente está a punto de comenzar, Madrid se convierte en el epicentro de una de las tradiciones más queridas de España: comer las doce uvas al compás de las campanadas. Lo que hoy parece un gesto casi automático, repetido frente al televisor o entre la multitud de la Puerta del Sol, es en realidad una costumbre con más de un siglo de historia, cargada de simbolismo, ironía popular y un fuerte vínculo con la capital.
La tradición de las doce uvas consiste en ingerir una uva con cada una de las doce campanadas que marca el reloj de la Real Casa de Correos a medianoche. Cada uva representa un mes del año que comienza y, según la creencia popular, completarlas con éxito garantiza buena suerte, prosperidad y felicidad durante los próximos doce meses. Aunque hoy se practica en toda España e incluso en otros países de habla hispana, fue Madrid el escenario donde esta costumbre se consolidó y adquirió su significado actual.

Los orígenes de las uvas de Nochevieja no están del todo claros y conviven varias teorías. Una de las más antiguas sitúa el nacimiento de la tradición a finales del siglo XIX. En aquella época, las clases acomodadas despedían el año con uvas y champán, imitando las modas francesas. Como respuesta irónica y popular, los madrileños comenzaron a reunirse en la Puerta del Sol para comer uvas al son de las campanadas, transformando un gesto elitista en una celebración colectiva y abierta. Ya en 1897, la prensa mencionaba esta práctica como algo habitual en Madrid, lo que indica que la costumbre estaba bien arraigada antes de comenzar el siglo XX.
Otra versión, quizá la más conocida, sitúa un momento clave en 1909, cuando una cosecha excepcional de uvas en el sureste de España, especialmente en Alicante, provocó un gran excedente. Los productores impulsaron entonces la idea de comer doce uvas en Nochevieja como símbolo de buena suerte. Esta iniciativa tuvo tanto éxito que la tradición se extendió rápidamente por todo el país. Lejos de excluirse, ambas teorías se complementan: Madrid ya había sembrado la costumbre y la abundancia de uvas ayudó a convertirla en un ritual nacional.

La Puerta del Sol se consolidó definitivamente como el corazón de esta celebración. Miles de personas acuden cada año para vivir en directo las campanadas frente al reloj más famoso de España. A partir de 1962, la retransmisión televisiva del evento hizo que la experiencia madrileña entrara en millones de hogares, reforzando la idea de que el año nuevo empieza, simbólicamente, en Sol. Desde entonces, el silencio tenso antes de la medianoche, los cuartos previos y la carrera contrarreloj para tragar las uvas forman parte del imaginario colectivo.
Más allá de la historia, las uvas poseen un fuerte valor simbólico. Representan abundancia, fertilidad y continuidad, y su sabor dulce refuerza el deseo de que el año que entra sea próspero. Con el paso del tiempo, cada persona ha añadido sus propias creencias: hay quien asigna deseos a cada uva, quien las come peladas y sin pepitas para no atragantarse, o quien sigue supersticiones modernas que se mezclan con la tradición original.
Hoy, las uvas de Nochevieja siguen siendo un ritual compartido, tanto en el bullicio de la calle como en la intimidad del hogar. Pese a los cambios sociales y a la aparición de nuevas costumbres, este gesto sencillo continúa uniendo a generaciones enteras en un mismo instante. En Madrid, donde la tradición tomó forma y sentido, las doce campanadas siguen marcando mucho más que el cambio de año: simbolizan la fuerza de una costumbre popular que ha sabido resistir al paso del tiempo y convertirse en uno de los grandes emblemas culturales de la Nochevieja española.
¿Te ha gustado el artículo?
Introduce tu correo electrónico para recibir semanalmente las novedades 😺
Realiza una donación para apoyar el proyecto de Gato por Madrid
Elige una cantidad
O introduce una cantidad concreta
Hola, me llamo Adrián. Soy el creador de Gato por Madrid. Desde julio de 2016 comparto contenido histórico sobre Madrid y me gustaría continuar con ello. El proyecto siempre será gratis, pero lo cierto es que cuesta dinero y tiempo mantener vivo el proyecto, por lo que si te gusta lo que hago y piensas que sirve de utilidad lo que cuento, te animo a que me apoyes realizando una donación, por pequeña que sea, para que este gato pueda seguir contándote historias.
Dona