El hammam o baño árabe de Maŷrīṭ

Un texto ampliado a este se encuentra en mi libro «Maŷrīṭ, una medina andalusí»


Cuando hablamos de un hammam, pensamos en un baño árabe y en parte es cierto. La palabra que ha llegado hasta nuestros días proviene del turco «hamam», que a su vez fue traducida del persa y, a su vez, del árabe. El concepto de un hammam es el de un baño tal como lo entendemos actualmente, donde puedes relajarte pero también tiene un carácter religioso y social. El aspecto religioso es bastante obvio, ya que puedes realizar tus abluciones en ellos, y el aspecto social se refleja en las reuniones informales entre vecinos y conocidos que se llevaban a cabo allí. Ahora, una vez aclarado este concepto, hablemos del hammam de Maŷrīṭ. Aunque no hay restos arqueológicos que respalden esta afirmación, sí existen referencias vagas sobre su ubicación. Por lo general, los hammam solían situarse cerca de las mezquitas, precisamente para poder realizar las abluciones sin tener que desplazarse demasiado.

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La medina andalusí de Maŷrīṭ contó con una mezquita aljama sobre la que tiempo después se construyó la iglesia de Santa María de la Almudena. En el caso de que existiera un hammam durante el control árabe tendría que encontrarse en las proximidades de esta mezquita. Cerca pasaba el arroyo de Tenerías, de cuyas aguas posiblemente se nutría, y desembocaba cerca de la puerta de la Vega, ya que su cauce subterráneo pasaba perpendicular al recinto amurallado. Esta teoría es puramente especulativa, basándome en prácticas habituales de otros centros urbanos andalusíes. Sin embargo, la teoría más aceptada lo sitúa en los Caños Viejos de Madrid, por su proximidad a la morería vieja y por los recursos hídricos que allí había. También se especula sobre la localización de una mezquita nueva en esta morería, por lo que cumpliría con la especulación anterior, el hammam tiene que estar próximo a la mezquita. Esta teoría se apoya también en el testimonio de Quintana que los situó:

“hazia los caños que aora decimos Cañosviejos, a donde antiguamente eran las huertas del Pozacho, por las muchas poças y agua que avia en ellas”

Juan Carlos de Miguel localiza estos baños en la propia plaza del Alamillo. Para justificarse utiliza la etimología de la plaza, que según él procedería de al-hammim, pronunciación coloquial de al-hammam, “los baños”, porque aquí se encontraba su entrada, abriéndose este espacio al arroyo de San Pedro. Este paso del término hammam a hammam se explicaría por la imela, un fenómeno de algunos dialectos árabes que consiste en pronunciar la a larga como e o i. Si la teoría que localiza el hammam en los Caños Viejos o alrededores es correcta, estaríamos hablando de un hammam construido en época cristiana, al ser desplazada la aljama andalusí a este espacio que llamaríamos morería vieja. No tendría sentido alguno construir unos baños extramuros y alejados de la mezquita aljama mientras que la medina estaba bajo el control andalusí. Un documento del año 1399 donde se relata la caída en desgracia del hammam, además lo sitúa en la colación de San Pedro, es decir, fuera de la propia morería vieja. Se encontraría entonces más próximo a la puerta Cerrada, otro lugar ideal para su localización. Aunque pueda sorprender, el hammam era utilizado por todo tipo de individuos, independientemente de su procedencia religiosa. Obviamente era frecuentado en mayor medida por los andalusíes al ser una tradición más conocida para ellos. Tanto cristianos como judíos asistían sin problema alguno al hammam, separando los turnos de los hombres por la mañana y el de las mujeres por la tarde.

Zona donde teóricamente se encontraría el hammam andalusí. Plano de Teixeira, 1656.

Al separar el horario de uso entre hombres y mujeres, los alfaquíes, sabios de la ley musulmana, buscaban evitar las relaciones sexuales. Aunque ahora nos pueda parecer sorprendente, estos alfaquíes ni consideraban las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo, era algo impensable para ellos. Los hammam andalusíes tendrían que generar ciertos beneficios económicos y sociales ya que los cristianos mantuvieron muchos de estos baños, monopolizando los impuestos sobre ellos e incluso construyendo algunos de nueva planta. Aunque no podemos asegurar dónde se encontraba el hammam madrileño, sí sabemos con certeza su existencia gracias a una carta que Alfonso X escribió al Concejo madrileño. En dicha carta cede los terrenos donde se encontraba el hammam a los madrileños, e insistiendo en su rehabilitación y puesta en funcionamiento como en los tiempos de Alfonso VIII y Fernando III. Desconocemos por qué caerían en desgracia durante ese periodo de tiempo. El caso es que Alfonso X se dió cuenta de la capacidad recaudatoria de esta construcción, por eso su insistencia. La urgente necesidad en la reparación de diversas obras públicas y las propias murallas encajaría como principal causante de este gesto. Gracias a los Documentos del Archivo General de la Villa de Madrid conocemos quién fue la última persona responsable de gestionar el hammam:

“una mora que dezían doña Xançi que los tenia arrendados del dicho Conçejo cada año, por quinientos o seysçientos maravedís”

Como curiosidad adicional, hay que tener en cuenta que la tal “Doña Xançi” es la única mujer musulmana que aparece relacionada con el mundo laboral en los archivos. Su nombre deriva de la forma castellana “Shamsi”, que se traduce al árabe como “mi sol”. Durante el siglo XIV se propagó la idea de que los hammam restaban virilidad y destruían el ardor guerrero de los hombres. No sólo eso, también difundieron que propagaban enfermedades y eran lugares turbios y llenos de vicios. Curioso este último aspecto, ya que al insinuar que había “vicios”, en clara referencia al sexo, estarían dando por supuesto relaciones homosexuales, ya que hombres y mujeres nunca coincidían en el hammam. Así comprobamos que los cristianos entendían que las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo sí podían producirse, a diferencia de lo que pensaban los alfaquíes.

Estos rumores tuvieron un gran impacto y, pocos años después, en el año 1399, se cerró el hammam madrileño, y nunca se recuperó. Algunos hammam siguieron en funcionamiento en otras partes de la Península Ibérica hasta el siglo XVI, especialmente en núcleos urbanos donde hubo una fuerte comunidad musulmana en siglos anteriores. El aumento de la intolerancia religiosa y la búsqueda de un enemigo común al que señalar por parte de los gobernantes llevaron a una gradual desaparición de este tipo de establecimientos. En aquel momento, las tradiciones islámicas estaban totalmente prohibidas, y esto incluía a los hammam, que eran considerados lugares que fortalecían las creencias musulmanas.

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Quiero hacer una breve mención al hammam que se encuentra en la calle de Atocha. Este lugar es una construcción moderna que no tiene nada que ver con los orígenes andalusíes de Madrid. Es lamentable tener que aclarar esto, pero debido a la cantidad de rumores en los que muchos madrileños han creído con respecto a estos baños, me siento en la necesidad de hacerlo.

Foto de portada: Ángel Manuel Felicísimo


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4 comentarios sobre “El hammam o baño árabe de Maŷrīṭ

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  1. Hola, muchas gracias por tus magníficos artículos. No me agrada ser tiquismiquis, pero como filólogo árabe, y por respeto a tu trabajo (si fuese otro lo dejaría pasar) tengo que decirte que es inexacto decir que «hammām» sea una palabra de origen turco. Fonética y morfológicamente la palabra es puramente árabe y con una raíz plenamente semítica reconocible, que no cuadra con la morfología de la lengua turca, que la importó tal cual. De hecho no colocas (ni aquí consigo yo colocar) un punto bajo la «h», pero en la transliteración de esta palabra se debe poner obligatoriamente, puesto que refleja un fonema muy diferente a solo «h» (sin punto). La «h» con punto es un sonido puramente semítico, difícil de pronunciar, y que es completamente ajeno a la lengua turca. Y de todos modos, los pueblos turcos entraron en el mundo islámico en el siglo XI, pero la palabra ya existía. Es verdad que los europeos llamaron «baño turco» al hammam, pero esa es otra historia. Si haces un buen estudio documental, me preocupa que cometas un error que no resulta tan difícil de comprobar, por lo menos ten el cuidado de preguntar a quien sepa más. Y me sorprende, porque en general transcribes bien la mayoría de los nombres árabes. Me preocuparía encontrar fallos parecidos en el libro, si nadie se los supervisara (si es así, genial). De todas maneras, insisto en agradecerte la publicación y la divulgación de estos temas. Un saludo, y perdón por la tabarra.

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