Fábrica de cerveza El Águila

Augusto Comas y Blanco nació en Valencia en 1862. Sus padres se habían establecido en la capital del Turia procedente de Cataluña. Tenía 3 años de edad cuando la familia decide establecerse en Madrid. Sus orígenes acomodados le permitió recibir una cuidadosa educación por toda Europa, visitando las universidades de Leipzig, Heidelberg, Bonn y Berlín. Durante su formación orientada al derecho, tuvo la ocasión de conocer la cultura alemana y por lo tanto la cerveza. Finalmente, de vuelta en España, hizo carrera académica como catedrático en la Universidad Central de Madrid y carrera política como diputado por Alcañiz. .

Fábrica de cerveza El Águila. Archivo Regional Comunidad de Madrid

En 1901 empieza a rodar un negocio empresarial enfocado en la producción de cerveza con la puesta en marcha de la sociedad anónima El Águila, presidiendo su consejo de administración durante los siguientes tres años. Durante las tareas de localización del negocio hubo diversas propuestas, aunque finalmente se decidió por construir la fábrica en las proximidades de la estación de tren de Delicias, la periferia de Madrid por aquella época. La elección no fue casual, ya que se encontraba muy bien conectado con el centro de la ciudad y al mismo tiempo le resultaría fácil la exportación del producto por todo el país desde la bulliciosa estación de tren vecina.

El proyecto fue ejecutado por Langeloth, ingeniero industrial alemán y el proyecto fue del arquitecto Eugenio Jiménez Carera que diseñó un complejo de marcado estilo neomudéjar. Era una fábrica completamente electrificada y el suministro fue contratado a la Sociedad de Gasificación. La creación de la sociedad, dotarla de un millón de pesetas de capital, que pasaron rápidamente a tres, la construcción de la fábrica y el inicio de la producción ocuparon los primeros años de la sociedad. No llegaría la cerveza a los restaurantes y cafés de Madrid hasta 1903. Justo ese año patentaron las primeras marcas de la sociedad, Adler, Dorada, El Águila e Imperator. Al año siguiente registraron la marca Angulema.

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En aquella época, la marca era considerada como elitista, por lo que era necesario popularizarla entre las clases más humildes para competir contra el vino. En paralelo, la sociedad salió a Bolsa en contra de las opiniones de la prensa especializada, que le pronosticaba un fracaso absoluto. Y tampoco se equivocaban, ya que los primeros años fueron más bien duros. En España no había cultivos muy extensos de lúpulo, aunque crecía de manera salvaje a orillas del Manzanares, no era suficiente para aumentar la explotación a un nivel más industrial. Por ello, era necesario importarla desde la región cervecera de Bohemia, lo que hoy sería la República Checa. De lo que sí teníamos una gran cantidad es de cebada y trigo, que se convertía en malta desde Ciempozuelos.

Durante las primeras décadas ocurrieron diversos robos, accidentes laborales y desgracias. En 1910 robaron varias piezas de plomo que revestían el tejado de la fábrica. El 25 de noviembre de 1917, justo el mismo día que se incendiaba el Palacio de Medinaceli, se produjo un incendio que hundió parte de la cubierta, por lo que los bomberos no daban abasto. En 1924, dos ladrones, Antonio Ruiz y Teodoro Arino, pactaron con el vigilante de la fábrica para sacar género de la fábrica, venderlo y sacar tajada de ello. Se llegaron a agenciar 100.000 pesetas de la época en un año hasta que la empresa descubrió el descuadre e inició acciones legales contra los tres pícaros. Ese mismo año se produjo otro incendio, provocado en un almacén de maderas vecino que afectó gravemente al almacén de la fábrica.

Los accidentes recogidos en la prensa de la época van desde electrocuciones, caídas y lesiones provocadas por la maquinaria. Aunque las dificultades fueron en aumento, finalmente El Águila comenzaba a cosechar sus frutos y fue necesaria una ampliación de la fábrica, que llevaría a cabo el arquitecto Luis Sáinz de los Terreros. Ya en 1917 era la empresa líder en el sector de toda España. Con la llegada de la II República aumentaron los derechos laborales, lo cual afectó gravemente a la empresa, que se beneficiaba de la laxitud de los mismos. En 1932 fueron despedidos 16 empleados que reivindicaban mejoras en sus condiciones.

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El 21 de mayo de 1936 se llegó a la cumbre de la conflictividad entre los trabajadores y la dirección. Ese día hubo una manifestación de 200 a 500 mujeres por el despido de varios empleados los días previos. Estas consignas fueron recibidas por las diputadas Margarita Nelken y Dolores Ibárruri. Dos días después la patronal acusó a los obreros de incautar la empresa y pidió la intervención inmediata del Ministro de Gobernación. Las fuerzas represivas acuden listas para ejercer la violencia contra las protestas, aunque no llega a más ya que el personal volvió a la normalidad sin mayores incidentes. Lo ocurrido durante estos días afectó gravemente a la producción, llegando a la posibilidad de desabastecimiento. Finalmente hubo un pacto, catorce trabajadores serían despedidos, veintiuno fueron readmitidos y la empresa se compromete a no descontar el salario de las jornadas de trabajo que se perdieron durante las protestas.

Estalló la Guerra Civil y la empresa nunca se recuperaría. El gobierno de la República incautó la fábrica. Juan José de Bonifaz Rico y Joaquín de Montes Jovellar, dos directivos de la empresa fueron asesinados por radicales. Durante la guerra El Águila funcionó a medio gas, como le ocurrió a sus competidoras, El Laurel de Baco, Santa Bárbara o Mahou, que formaban parte del Sindicato de Cerveceros. La cerveza también fue un arma de guerra psicológica, ya que de los 48.000 litros que producía este sindicato, tres cuartas partes iban destinadas al frente. Este sindicato también se encargaba de prestar auxilio a las familias de sus afiliados que perdiesen algún ser querido. En 1938, los trabajadores de El Águila aportaron casi 21.000 pesetas a la campaña “Pro Invierno”, que trataba de acumular material de soporte para los combatientes en el frente. Al fin de la guerra la empresa fue devuelta a sus anteriores directivos. En los años siguientes tuvieron que restaurar los daños a la fábrica.

Exposición de Industrias Madrileñas de la Fábrica El Águila.
1907 – Archivo Regional Comunidad de Madrid

Enseguida acometieron una expansión a nivel nacional, llegando a comprar solares en Valencia y adquiriendo la cervecera “La Mezquita de Córdoba”. La marca fue adquirida en el 2000 por la multinacional neerlandesa “Heineken” que asociaría la imagen de “El Águila” a “Amstel”, una marca creada en los Países Bajos en 1870 y que también era propiedad del gigante cervecero. Actualmente, el grupo Heineken parece que quiere devolver el prestigio de la marca con una nueva campaña de marketing. La fábrica El Águila cerraría sus puertas en 1985, unos años antes de su venta. Actualmente el edificio está restaurado y acondicionado para albergar la Biblioteca Regional Joaquín Leguina y el Archivo Regional de la Comunidad de Madrid.


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