Gran Café de Gijón: historia y legado del café literario más emblemático de Madrid

Desde finales del siglo XIX, el Gran Café de Gijón ha formado parte inseparable del paisaje cultural de Madrid. Situado en el número 21 del Paseo de Recoletos, frente al bullicio elegante del bulevar y a pocos pasos de la Biblioteca Nacional, el café no solo ha sido un establecimiento de hostelería, sino un auténtico escenario de la vida intelectual española durante más de un siglo.

El café abrió sus puertas el 15 de mayo de 1888, fundado por el asturiano Gumersindo García, quien decidió bautizarlo con el nombre de su ciudad natal. Desde el principio, el local atrajo a una clientela diversa que encontraba en sus mesas un espacio propicio para la conversación pausada, el debate y la observación de la vida madrileña. Su ubicación privilegiada y su ambiente acogedor —con mesas de mármol, grandes espejos y una decoración sobria pero elegante— favorecieron que pronto se convirtiera en punto de encuentro habitual para escritores, periodistas, artistas y científicos.

Con el paso de los años, el Café Gijón fue consolidando su fama como café de tertulias. Por allí pasaron figuras esenciales de la cultura española como Benito Pérez Galdós, Ramón y Cajal, Valle-Inclán, y más adelante nombres como Camilo José Cela, Francisco Umbral, Fernando Fernán-Gómez o Antonio Buero Vallejo. Especial relevancia tuvo la llamada tertulia del Gijón, activa durante buena parte del siglo XX, que funcionó como refugio intelectual en tiempos difíciles y como laboratorio de ideas en la posguerra y la transición democrática. Para muchos jóvenes creadores, sentarse en el Gijón era casi un rito de iniciación: observar, escuchar y, con suerte, participar.

El café supo resistir a las transformaciones de Madrid y a la desaparición progresiva de otros locales históricos. Mientras muchos cafés literarios cerraban o se reconvertían, el Gijón mantuvo una identidad reconocible, combinando su función cultural con una oferta gastronómica clásica: cafés, tertulias interminables, comidas sencillas y una terraza muy apreciada tanto por madrileños como por visitantes. Su imagen quedó fijada en novelas, artículos periodísticos y memorias personales, convirtiéndose en un símbolo del Madrid intelectual y bohemio.

Sin embargo, el peso de la historia no lo hizo inmune al cambio. En 2025 se anunció el cierre de esta etapa centenaria tras la venta del local al Grupo Cappuccino, una empresa especializada en restauración de alto nivel. La noticia, difundida ampliamente por la prensa, fue recibida con una mezcla de nostalgia y preocupación. El café cerró temporalmente para iniciar una profunda reforma, con la promesa de reabrir integrado en una colección de restaurantes exclusivos, respetando —al menos en parte— su legado histórico.

El debate no tardó en surgir: ¿puede sobrevivir el espíritu del Café Gijón bajo una gestión orientada al lujo y al turismo premium? Para muchos, el verdadero valor del local no reside únicamente en sus paredes o en su nombre, sino en la vida que albergó, en las conversaciones anónimas y célebres que se entrecruzaron durante décadas. El Gijón fue, ante todo, un espacio de libertad intelectual, un lugar donde el tiempo parecía dilatarse al ritmo del café y la palabra.

Hoy, el Gran Café de Gijón permanece en la memoria colectiva como uno de los grandes templos laicos de la cultura madrileña. Más allá de su futuro inmediato, su historia sigue siendo la de un Madrid que pensaba, discutía y soñaba alrededor de una mesa. Y aunque cambien los tiempos y los modelos de negocio, el mito del Gijón continúa vivo, ligado para siempre a la idea de que un café puede ser también un hogar para las ideas.

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