Según el diccionario de la Real Academia Española, gilipollas define a una persona excesivamente tonta, estúpida o lela. Pero lo más curioso es que su etimología se adjudica a un pasaje de la historia de Madrid que no corresponde con la realidad.
Se alude a un tal Baltasar Gil Imón de la Mota, fiscal del Consejo de la Hacienda durante el reinado de Felipe III. Tenía tres hijas solteras, Fabiana, Feliciana e Isabel, no muy agraciadas físicamente, ni despiertas de mente que digamos a las que quería casar como fuera. Para ello frecuentaba los bailes de la alta sociedad, con el ánimo de esposarlas con algún personaje bien posicionado socialmente. Por aquel tiempo a las jóvenes casaderas se las llamaba popularmente como “pollas”.
Los intentos de Baltasar no obtuvieron resultado alguno llegando a convertirse en una burla que algún desaprensivo lanzaba:
«¿Ha llegado ya don Gil?», y se respondía: «Sí, ha llegado con sus pollas».
Le tomaban por tonto; de ahí que le bautizaran como gilipollas y que la etimología del término se vinculara a Madrid.

Pero esta historia no deja de ser una mentira que a fuerza de repetirla y por ser tan truculenta se ha tomado como cierta. Las tres hijas casaderas iban siempre vestidas con hábitos de monjas, como castigo impuesto por su propio padre, debido a que las jóvenes se habían rebelado contra un bando dictado por Felipe III.
Por lo tanto con estas vestimentas parece bastante arduo que se fueran buscando marido por los bailes más célebres de la aristocracia madrileña. Pero si esto no es prueba suficiente para desmontar este bulo tan extendido podemos ir a la primera aparición escrita de la palabra “gilipollas” datada en la primera mitad del siglo XX, tres siglos después de la vida de Baltasar y sus pollas. Según la RAE, la palabra es una vulgarización del adjetivo “gili”, que se traduce como “inocente o cándido”.
De aquí proviene la palabra gilipollas, entorno al cual tanto mito se ha generado. Pero ya se sabe, que la verdad no te estropee una buena historia.
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También se comenta que en la zarzuela de la Gran Via tomó la vulgarización que el chusco madrileño hacía de la clase adinerada o los nuevos ricos. Éstos se hacían denominar como clase «high life», que rápidamente se convirtió de forma jocosa en «igilí» y así lo recoge la canción del Elíseo en la zarzuela La Gran Vía cuando canta «yo soy un baile de criadas y horteras; a mis salones suele acudir lo más selecto de la igilí».
Se piensa que en el «igilí» está el origen del «gili» y todos sus derivados
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Si, aunque esta historia de Gil y sus pollas ha aplastado a todas las demás.
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