Ya era que hablasemos de la historia que rodea a la elefanta «Pizarro».
Viajamos hasta1865, el parque de atracciones de los Campos Elíseos, situado en la confluencia de O’Donnell con Alcalá, anunciaba un espectáculo terrible: «Extraordinario combate entre un elefante y tres toros».

La tarde del espectáculo, los Campos Elíseos estaban a rebosar de un público vociferante que ansiaba divertirse con la barbarie. El caso es que la elefanta, conocida como Pizarro, no tenía el menor interés en hacer daño a los toros, y se negó a luchar. Por su parte, los astados, sabedores de que en una pelea tenían las de perder, se dedicaron a pasear silbando tranquilamente. La función fue un sonoro fracaso. A la vista de que Pizarro rechazaba los juegos violentos, al preclaro empresario se le ocurrió enseñarle a descorchar botellas de vino con la trompa y a beberse el contenido, cosa que provocaba grandes carcajadas en los espectadores.
Y ya sabemos lo que tiene el alcohol; a medida que se fue aficionando al vino, la elefanta se volvió más irritable y genuina. Un día en que se olvidaron de darle su ración de vino, Pizarro abrió de un trompazo la puerta de su establo, se fue a la bodega y se bebió una detrás de otra todas las botellas que encontró. Con una «trompa monumental», la elefanta se escapó del parque y se fue a dar una vuelta por la calle de Velázquez. El caso es que el vino abre el apetito, y si uno es un elefante, pues más apetito aún.


Pizarro olió el exquisito aroma de una panadería donde cocían el pan a la usanza tradicional y para allá que se fue, entrando como elefante en panadería. La elefanta se zampó todos los panes que el tahonero acababa de sacar del horno y se fue de allí sin pagar la cuenta. No había andado muchos pasos cuando un fuerte dolor de barriga le hizo caer al suelo. Y es que, como bien dice el refrán, «pan caliente nunca hizo buen vientre». Allí la recogieron sus dueños, quienes, viendo que no lograban hacer carrera de ella, la cedieron a la Casa de Fieras del Retiro.
La elefanta murió en 1873 y su esqueleto fue entregado al Gabinete de Historia Natural, aunque otros dicen que sus restos fueron enterrados en el propio Parque del Retiro.
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