Las cavas fueron las minas que los árabes habían utilizado como entradas y salidas de la Villa, para utilizarlas en tiempos de guerra, todo el tiempo, por aquel entonces. El terreno de la actual Cava Alta era más elevado que el de la actual Cava Baja, de ahí obtuvieron cada una su nombre, por su elevación geográfica.
Cava Alta

Una vez rellenada la cava, se construyó la calle sobre ella, que primitivamente se llamó Cava Alta de San Francisco porque el acceso a la ciudad estaba más elevado y conducía al convento de San Francisco, donde hoy está la Basílica de San Francisco el Grande.
Entre las calles de Toledo y Cava Alta se formaba la plaza de la Berenjena, llamada así por el berenjenal que había en la casa de los Ramírez en Madrid, y después fue huerto del desaparecido Hospital de la Latina. En 1835 obtuvo su denominación actual de Cava Alta a secas.
Cava Baja

Esta es la verdadera Cava, la Cava prestigiosa, la Cava tradicional. Una de las vías más pintorescas y curiosas de la Villa.
La construcción de la segunda muralla de Madrid, la cristiana, producida entre los siglos XI-XII supuso una de las mayores obras de la época. A lo largo de la misma se construyeron diversas puertas de acceso. Entre dos de ellas, la de Moros y la de Puerta Cerrada, se encontraba un lienzo de muralla que recorría las actuales Cavas Alta y Baja.

Con el desarrollo urbanístico de Madrid se fueron perdiendo lienzos de las murallas, pero milagrosamente, en la Cava Baja se conservan numerosos restos de la cristiana.
- En el número 10 se conservan 7 metros de muralla, solamente visible desde el patio de vecinos.
- En la posada del León de Oro, nº 12, encontramos más restos, en este caso sobre el salón principal. Se puede cenar sobre los restos acondicionados y protegidos de la muralla.
- En la posada del Dragón, nº 14, siendo el mismo caso que su vecino.
- El mayor ejemplo, en el nº30, mide 20×11 metros y está protegido en el patio de vecinos.
En los planos de Mancelli y de Texeira, ambos del siglo XVII, se puede observar la muralla mencionada anteriormente sobre las cavas.


La Cava Baja, cuando era salida en caso de guerra, pasaba por debajo de la llamada Puerta de Moros, escapando por ella los árabes cuando se produjo la toma de Madrid por Ramiro II y luego cuando se produjo la conquista definitiva por Alfonso VI. Y en la irrupción que hizo en la villa el moro Alit, por la Cava Baja, huyó, entre otros cristianos, San Isidro Labrador.
Fue llamada Cava de San Francisco, por salir en dirección al convento fundado por el seráfico patriarca, y finalmente cegada la mina, porque se convirtió en guarida de malhechores. Como en la Alta, obtuvo su denominación final en 1835.

En ella podemos encontrar las tabernas y casas de comidas, como Casa Lucio y Viuda de Vacas, y las posadas legendarias, como la de la Villa, de San Isidro, del Dragón y del León de Oro. En la casa de la posada del Dragón, cuyo nombre recuerda el blasón que había sobre la vecina Puerta Cerrada, es donde estuvo desde tiempo inmemorial el «peso de la harina», y en la que se estableció desde el siglo XVI el Pósito de la Villa, hasta que fue trasladado al edificio construido con ese fin entre Recoletos y la Puerta de Alcalá.

Aquí paraban las diligencias de viajeros procedentes del sur, de ahí las casas de comidas y posadas. Pero también era una calle muy comercial, donde acudían a reponer semillas, cuerdas o esparto, todos los que traían productos para vender en el vecino mercado de la Cebada.

Como observación final, comentar la tienda de Jabones La Antoñita, contigua a la posada del Dragón, cuya fachada original se conserva perfectamente, además de su bañera de mármol, donde se elaboraba el jabón, que se ha instalado en los baños de la posada junto a una reproducción del primer plano de Madrid, el de Mancelli, adornando las paredes del lugar.

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