El Palacio de Buenavista, actual Cuartel General del Ejército, está situado en la calle de Alcalá 51 con vuelta al paseo de Recoletos, en un emplazamiento elevado con vistas a la Plaza de Cibeles y el paseo del Prado, de donde viene su nombre.

El palacio ya estaba construido cuando en 1561, Felipe II decide trasladar la corte desde Toledo hacia Madrid. En este cerro se había construido una casa-palacio que por aquel entonces pertenecía al cardenal de Toledo Gaspar de Quiroga, el cual no dudó en ofrecérsela a Felipe II, ya que por aquel entonces, el Alcázar estaba siendo restaurado para adaptarlo a las necesidades del monarca. Este lugar era ideal para el rey, era una casa de descanso y recreo fuera de la ciudad (si, en el siglo XVI esta zona estaba fuera de la ciudad), pero no muy alejado del Alcázar y contaba con abundante agua y huertas. Ya en el plano de Pedro Texeira (1656) se observa la construcción y su entorno.

En 1580, María de Austria, hermana de Felipe II, decide volver a España con su hija Margarita y se alojan en el palacio de Buenavista. El rey comenzó a adquirir terrenos colindantes para poder alojar al séquito de su hermana y ya de paso, aumentar las dimensiones de los jardines y huertas, que se encontraban rodeando el palacio.
En 1598 fallece Felipe II y hereda el trono su hijo Felipe III. Éste ocupó el palacio de Buenavista el 13 de octubre de 1599. Once días después hace su entrada solemne en Madrid alojándose en el Alcázar, ya que el palacio de Buenavista lo considera «su casa de campo». Incluso en el periodo en el que la corte se sitúa en Valladolid, el monarca realiza viajes a Madrid alojándose en el palacio de Buenavista, principalmente para evitar cruzar la villa, camino al Alcázar, donde los madrileños podrían manifestar sus aversiones al traslado de la corte.

A pesar de la predilección por este palacio, la proliferación de viviendas entorno al mismo y las constantes obras en el Alcázar, influyeron en los reyes el deseo de pasar largas temporadas en Aranjuez o en San Lorenzo del Escorial, provocando el deterioro del edificio y finalmente su venta.
Los siguientes propietarios del palacio fueron Diego de Silva y Mendoza, duque de Francavilla, casado con Ana de Mendoza y de la Cerda, princesa de Mélito y de Éboli, adquiriendo el palacio por siete millones y medio de maravedíes, el 2 de agosto de 1609. Sus herederos conservaron el edificio hasta 1652, cuando una sentencia judicial obliga a su subasta por unas deudas no pagadas por los antepasados de los titulares. La subasta la ganó la Real Congregación de San Ignacio de Loyola, situada en el convento de San Felipe el Real de Madrid (localizado en la Puerta del Sol), el 23 de agosto de 1738.

Esta congregación edifica cocheras y caballerizas y construye una nueva entrada por la calle de Alcalá. Pero el excesivo coste de todas estas obras llevaron a la congregación a una situación insostenible, lo que obligó a dividir en dos la posesión, una la situada en el ángulo de la calle de Barquillo con la de Alcalá, que se mantuvo en manos de la congregación, y el resto de la finca donde se situaba el palacio, se vendió, el 23 de diciembre de 1753, a Zenón de Somodevilla y Bengoechea, I marqués de la Ensenada.
En 1759 el rey Fernando VI muere y su madrastra, Isabel de Farnesio, que residía en la Granja de San Ildefonso, se traslada a Madrid y se interesa por la compra del Palacio de Buenavista. La venta se produce el 5 de noviembre de ese año, y la reina madre continúa con las mejoras del palacio, convirtiéndolo en un paraíso, debido a los numerosos cuadros y objetos de arte que había adquirido a lo largo de su vida. Tenía 69 años y sólo pudo disfrutar seis años del lugar, pues falleció el 10 de julio de 1766.

Los siguientes propietarios y posiblemente los más conocidos fueron los duques de Alba, que cambiaron para siempre el destino del lugar.
Fernando de Silva y Álvarez de Toledo, XII duque de Alba, había decidido construir una mansión digna de su alcurnia, que sustituyera a su viejo palacio, situado en la calle del Duque de Alba, cerca del Rastro y dentro del Madrid castizo. Por ello, se decidió a la compra del palacio de Buenavista, que se encontraba en subasta tras la muerte de Isabel de Farnesio. La compró por 1.700.000 reales. La superficie le pareció pequeña para sus deseos y comenzó a adquirir casas y solares contiguos. Fallecería el 15 de noviembre de 1776.
El hijo del duque de Alba, el duque de Huéscar había muerto en 1770, por lo cual la heredera fue su nieta, María del Pilar Teresa Cayetana. La nueva duquesa cumplió con los deseos de su abuelo, la demolición del viejo palacio de Buenavista y encargó la construcción de uno nuevo al arquitecto Juan Pedro Arnal.

En 1777 comenzaron las obras, sin embargo, se produjo un incendio en 1795 cuando se estaban terminando las obras, provocando grandes daños y otro incendio más el año siguiente.
Debido a los incendios se preparó otro proyecto en el que se daba mayor importancia a la fachada de la calle Alcalá, convirtiéndose en la principal. Los duques nunca llegarían a habitar el palacio ya que el duque falleció el 9 de junio de 1795 y la duquesa el 23 de julio de 1802.
El testamento de la duquesa era tan amplio que los beneficiarios decidieron vender el palacio y los terrenos, lo que resultó un dolor de cabeza, debido a su elevado precio. En 1807 el alcalde de Madrid, Santiago Guzmán y Villoria propone la compra del inmueble para ofrecerlo al príncipe de la Paz, Manuel Godoy Álvarez de Faria. La propuesta sería aceptada por Carlos IV.

Las obras de finalización se retoman, ya que quedaron paralizadas a la muerte de la duquesa, ya que Godoy que vivía en su palacio de la calle de Bailén, quería mudarse cuanto antes. Sin embargo, nunca lo pudo habitar ya que tras el Motín de Aranjuez, el 17 de marzo de 1808, Godoy perdió todos sus cargos, desterrado a Granada y confiscados todos sus bienes.
En 1816, tras un intento de convertirlo en museo de pinturas por parte de la Real Academia de San Fernando, se trasladó aquí el Real Museo de Artillería e Ingenieros y del Parque de Artillería. Después de unos años el palacio y su entorno precisaba de una restauración. Se construyó la gran escalera de piedra hasta el piso principal y se cambió el cerramiento de la calle Alcalá a uno de piedra con enrejado de hierro.
Cuando se nombra en 1840 al general Baldomero Espartero como regente del Reino, se dispone a fijar su residencia aquí, por lo que el museo es trasladado al edificio de los Secretos de Estado, en la calle de Bailén, donde se alojaba el Ministerio de Marina. Espartero lo ocupó hasta 1843, cuando se trasladó a Inglaterra.

En 1847 se decide otorgarle nuevamente un uso público, estableciendo la sede del Ministerio de la Guerra. Para ello se agrandó el edificio, encargando las obras al arquitecto José María Aparici las reformas necesarias para que el palacio, sin perder su carácter residencial, tenga un uso militar. Para ello se construyeron dos alas al edificio, otorgándole de su actual forma rectangular de 135 metros de fondo por 75 de fachada, con dos patios.
Entre los ocupantes más ilustres del nuevo Palacio de Buenavista cabe citar al general Prim, principal impulsor del rey Amadeo de Saboya. Desgraciadamente su estancia no fue prolongada ya que en la noche del 27 de noviembre de 1870 se produjo un atentado contra él, entonces Presidente del Consejo de Ministros.

El 12 de diciembre de 1882 se produjo un incendio en la crujía que separaba los dos patios y en donde se encontraba la biblioteca, que desapareció por completo.
Otros ocupantes ilustres fueron el general Primo de Rivera y Manuel Azaña.
La última reforma del palacio se realizó en 1939, añadiendo un piso más. Además se colocó un nuevo frontis en la fachada principal de la calle de Alcalá. En 1977 el palacio de Buenavista quedó como sede del Cuartel General del Ejército de Tierra.
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