El Teatro Real o Teatro de la Ópera, está situado entre las plazas de Oriente e Isabel II y entre las calles Carlos III y Felipe V.
La zona donde se encuentra había estado dedicada al teatro desde 1708 cuando Francisco Bartolli se instaló allí con su compañía italiana, en el lugar donde se encontraban los lavaderos de los Caños del Peral. En 1737 el marqués Aníbal Scotti, promotor de la ópera italiana en Madrid, construye el célebre Teatro de los Caños del Peral, permaneciendo allí hasta 1817.

La reforma de la plaza de Oriente originó la formación del Teatro Real actual. El rey José Bonaparte, que reinó entre 1808 y 1813, pretendía unir el Palacio Real con la Puerta del Sol con una gran plaza frente al palacio y una avenida y para ello ordenó la demolición de todos los edificios que existían frente a la fachada este del Palacio Real. Sin embargo, al abandonar el reinado en 1813, la explanada producida por las demoliciones resultó una escombrera que dificultaba el tránsito entre el Palacio Real y la Puerta del Sol.
Fernando VII sería el encargado de continuar las obras, solicitando a Isidro González Velázquez un proyecto de construcción de una gran plaza en 1817. Su proyecto consistía en crear un espacio semicircular abierto frente al palacio, y en la que el nuevo Teatro Real tendría una posición de clave del arco de la plaza.

Las obras comenzaron el 23 de abril de 1818 con los planos del arquitecto Antonio López Aguado, basados en la idea de Isidro González Velázquez. La planta de forma hexagonal irregular obligó al arquitecto a establecer 2 accesos, por la plaza de Oriente para el monarca y su séquito y por la plaza de Isabel II para el público. La situación del teatro limitaría la conexión entre la ciudad y el Palacio Real, que debería ser por la calle del Arenal, en contra así de la idea original de José I. Además se iba a construir sobre el arroyo del Arenal, que discurría por donde hoy está la calle del mismo nombre, lo cual traería dolores de cabeza a todos los arquitectos que intervinieron en el edificio.
El 14 de julio de 1820 se suspendieron las obras por problemas económicos y continuaron en noviembre de ese año para volverse a suspender en 1823, debido a la situación política. En 1830, se reanudan y el 27 de julio de 1831 fallece el arquitecto Antonio López Aguado. Le sustituyó en la dirección de las obras Custodio Teodoro Moreno, que efectuará varios cambios en el proyecto. Se paralizaron las obras de nuevo en 1837, debido a las dificultadas económicas generadas por el conflicto carlista.

Durante este tiempo, el lugar tuvo numeroso usos y todos alejados de la interpretación, almacén de pólvora, bailes de máscaras, cuartel de la Guardia Civil y Congreso de los Diputados. Sólo 3 meses antes de finalizar las obras dimite Custodio Moreno por razones de salud y le sustituye Francisco Cabezuelo, aparejador de las obras y autor de la primitiva estructura de madera de la cubierta y que es nombrado arquitecto por designación real. Finalmente, el 31 de octubre de 1850 finalizan las obras y la reina Isabel II puede inaugurar el Teatro Real el 19 de noviembre con el estreno de la ópera de Donizetti, La Favorita.
El edificio resultante tiene una planta de forma hexagonal irregular, recordando a la forma de una ataúd, con 2 fachadas principales, ambas con acceso, desde la Plaza de Isabel II y la Plaza de Oriente. Su escenario era uno de los mayores de Europa y contaba con capacidad para 2000 espectadores. Para el soporte de la construcción se usaron vigas de madera cuando ya existían las vigas de hierro, que hubieran sido una mejor opción.

Enseguida se tuvieron que realizar reformas. En 1860, Andrés Coello realizó obras para permitir ampliar la capacidad del teatro, habilitando además espacio para poder asistir de pie a las obras. Posteriormente, el 20 de abril de 1867, se declaró un incendio, pero sólo afectó al salón de baile de la Escuela Nacional de Música y Declamación que se instaló en una zona anexa al teatro.
En 1873, con la proclamación de la primera República, el Teatro Real pasa a llamarse Teatro Nacional de la Ópera. Las últimas reformas de la construcción en el siglo XIX fueron la nueva fachada que da la plaza de Oriente construida por Joaquín de la Concha en 1884, la instalación eléctrica en 1887 y la red contra incendios en 1898.

El 6 de diciembre de 1923 la Gaceta de Madrid advirtió de la inestabilidad del edificio y el 6 de noviembre de 1924 se ordenó el desalojo de la Escuela de Música y Declaración. Habían aparecido 2 grietas transversales que confirmaron las previsiones. Finalmente, en 1925, el hundimiento de una de las esquinas del edificio y el peligro de incendio por un cortocircuito obligan al cierre defintivo del Teatro.
Se debate entonces la demolición del edificio y la construcción de uno nuevo o la restauración del existente. El teatro tenía su estructura de madera afectada por la humedad y los insectos y sus instalaciones, maquinaria escénica y servicios estaban anticuados. Afortunadamente, los muros de fábrica que soportaban al edificio estaban en buen estado, pero las corrientes de agua subterráneas del arroyo del Arenal estaban afectando a la estabilidad de sus cimientos.

El Gobierno encarga al arquitecto Antonio Flórez Urdampilleta la redacción de un proyecto de consolidación y reforma total del edificio. Comienzan las obras en 1928, colaborando con el arquitecto Pedro Muguruza, pero el Gobierno decreta la suspensión de las obras en 1932. Durante ese periodo se había construido una nueva cimentación a un nivel inferior al de la capa de agua, aislando ésta con ataguías, además de construirse una estructura de hormigón armado y metálica sustituyendo la anterior de madera. También se había terminado la fachada de la Plaza de Isabel II, el pórtico de la Plaza de Oriente y parte de las fachadas laterales.
Durante la Guerra Civil, el edificio fue utilizado como polvorín, lo que supuso importantes daños por impactos de proyectiles y explosiones. Al finalizar el conflicto, las obras no se reanudaron hasta 1946, momento en el que Pedro Muguruza es Director General de Arquitectura y son los arquitectos Diego Méndez y Luis Moya quienes se van a ocupar de la continuación de las obras hasta 1961.
En 1965, el Ministerio de Educación y Ciencia encarga al arquitecto José Manuel González-Valcárcel que estudie si se puede usar el edificio como Teatro de la Ópera según las exigencias actuales. Ante su negativa se decide rehabilitar el edificio para uso como sala de conciertos inaugurándose como tal en octubre de 1966. También fue sede del Real Conservatorio Superior de Música y Escuela de Arte Dramático.

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