Madrid y el cine siempre han estado muy unidos. La proliferación de estos ha llegado a ser pavorosa, rozando lo ridículo. Desde la primera muestra cinematográfica, en la Carrera San Jerónimo y poco después en el Circo Price, la industria ha crecido considerablemente. Hubo una época, no tan lejana, en la que la Gran Vía, era un paraiso para este arte, ya que ha habido 15 cines importantísimos en la calle más importante de la capital. Pero tambien en otras zonas tan dispersas que es dificil mencionar a todos ellos. Pocos han sobrevivido, debido al alto precio de las entradas y la facilidad de descargas de películos en internet.
Que quereis que os diga, pero aún hoy en 2017, ir al cine a ver una gran película, para mi es toda una experiencia. No tiene nada que ver con ver una película en tu casa. Será por el ambiente, la nostalgia o el irracional romanticísmo.
Puede que a muchos os sorprenda este cine, ya que todavía a día de hoy, todavía me encuentro a personas que no lo conocen. Estamos hablando de un tesoro arquitectónico, en la calle Santa Isabel, a la altura de Antón Martín. Hablamos del Cine Doré.

La calle Santa Isabel anteriormente era célebre por la proliferación de barracas de feria que poseían sus aledaños. Probablemente eso inspiró la construcción de un cine en una de sus manzanas esquineras. Para visitarlo recomiendo cruzar el Pasaje de Doré desde la calle Atocha, y al girar a la derecha os quedareis enamorados.
La inauguración del Doré fue el 19 de diciembre de 1912, siendo ya el edificio centenario. Por aquel entonces el propietario era el empresario Antonio Llovet. Su fachada, mezcla de estilos clasicos, art noveau, orientales y modernistas, es el principal motivo del reconocimiento de este cine. Para rematar sus esgrafiados de colores y su altura hace del mismo un lugar mágico.
Muchos han preguntado, ¿por qué se llama «Dore»? Principalmente se barajan 2 opciones.
- Toma el nombre del famoso dibujante Gustav Doré
- Por las notas musicales DO-RE, como un juego de palabras.
Tomad la que querais porque no se ha averiguado con certeza aún.

Por fuera el cine parece bastante pequeño, pero hay que tener en cuenta que de los 3300 metros del solar, 1150 los toma el cine. El trabajo de Críspulo Moro Cabeza, arquitecto del cine, fue excepcional, ya que aprovechó las características de la parcela para que el cine no desentonara. Consiguió dotarle de altura, retranquando el edificio con unos cajones y construyó salidas de emergencias tanto en el Pasaje de Doré como en la propia Santa Isabel. Sus columnas jónicas, junto con las pinturas murales y decorativas, englobaban a la perfección al conjunto.
En el interior, el cine estaba dividido en 2 plantas, siendo la segunda de acceso a los palcos de la sala principal. Poseía ya el café, guardarropía, aseos y vestíbulo que vemos hoy en día.
Las localidades de la sala se dividían en sillas de platea y butacas de patio. Actualmente los palcos de la segunda planta no se utilizan, siendo los únicos asientos disponibles los de la primera planta. En total había 12 pilares de sustento que soportaban los balcones, que a su vez dificultaban la visión. Gracias a los asientos móviles se solucionaba este problema. 1250 localidades eran las que había antes, de las cuales un 30% tenían dificultad de visión. El interior de la sala de estilo modernista, destacaba por su techo, finamente decorado y por su «escenario», donde había un espacio para la orquesta y otro para la propia pantalla. Al igual que con la fachada, en la sala destacan los esgrafiados florales. El techo era de escayola sujeta con cañizo y estaba decorado con un mosaico en seriegrafía. La iluminación de la sala se realizaba mediante unas lámpara modernistas con cuerpo de serpiente enrolladas en las columnas, que iluminaban tenuemente la sala. Ya por aquel entonces se hacían sesiones veraniegas al aire libre, en el resto del local.

Durante los años 20 y 30 cambió 2 veces de propietario, y se realizaron algunas modificaciones leves. Su caida en desgracia vino relacionada con la Guerra Civil. Al estar practicamente en Lavapies, y ser este el barrio más perjudicado por los efectos de la Guerra y Posguerra, el cine también se vió afectado. Al poco tiempo el Cinema Monumental le hizo mucha competencia. Además había que añadir que la llegada del cine sonoro y la mala equipación del Doré para esto, hizo de él un cine inferior en calidad. La iluminación y la refrigeración también eran problemas constantes. Durante esta época de decadencia se llegó a conocer como «el Palacio de las Pipas» ya que los espectadores que asistían frecuentaban comida y bebida, lo que hizo lo suficiente para que el Doré se encontrara en su peor situación posible. Finalmente cerró definitivamente en 1963.
La compañia Inmuebles y Mercados lo adquirió y apunto estuvo de derribarlo para construir viviendas. Por suerte esta idea fue desestimada y el Ayuntamiento lo adquirió en 1978 por 30 millones de pesetas. Paradójicamente, fue el Ayuntamiento quien casi lo derriba con la intención de construir en su lugar una zona verde, pero al ser reconocido como un local de gran valor arquitectónico se conservó. Finalmente el Ministerio de Cultura aprovó su rehabilitación.

El estado tanto externo como interno del Doré era algo más que dramático. Algo así como el sentimiento que tenemos muchos al ver «Cinema Paradiso». Sus pinturas exteriores estaban borradas casi por completo, las taquillas oxidadas, el vestíbulo casi derribado, con abundante agua y el techo estaba con las tejas desgastadas. El Doré era el «palacio de las ratas».
Aunque parezca mentira, este es un episodio que todos deberiamos de tomar como positivo, ya que muestra como la conservación, protección y restauración de un edificio histórico dota de un valor histórico y práctico a su vez a la ciudad. Muchos casos tenemos que no han sido así, como el actual Palacio de la Equitativa que está siendo totalmente vaciado y conservará su fachada, alterada encima, y lo más gracioso es que tendremos incluso que agradecerselo a los responsables.

En la rehabilitación y restauración se construyeron nuevas estancias, se cambiaron las cubiertas, se levantaron parte de las plantas, se añadieron accesos nuevos, se recortó parte del espacio de butacas y se lavó la cara por completo con un presupuesto de 500 millones de pesetas. Inclusó se construyó un segunda sala mucho más modesta en el sótano.
Actualmente la sala 1 o principal posee 318 butacas, muy lejos de las 1250 originales, pero eso sí, todas con perfecta visualización. La sala 2 del sótano tiene capacidad para 119 butacas. Su inauguración fue el 28 de febrero de 1989, convirtiendose en la sede principal de la Filmoteca Nacional. Ese mismo día se proyectaron películas antiguas españolas que fueron restauradas por la propia Filmoteca. Como curiosidad, cuando fue inaugurado de nuevo, aún no estaban realizados los trabajos de pinturas murales de la fachada.

Actualmente el Doré se encuentra en perfectas condiciones arquitectónicas y de funcionamiento. Sigue siendo responsable de su funcionamiento la Filmoteca Nacional. Cada mes en internet y en el propio cine se puede ver las películas que van a ser proyectadas en el Doré, en su agenda mensual. Todas las películas son en versión original con sus correspondientes subtítulos en castellano. Al adquirir las entradas, no se asigna una butaca específica, por lo que hay que ir un tiempo antes del comienzo y hacer cola para coger tu butaca preferida, aunque debo decir que prácticamente todos los asientos de la sala son óptimos para ver las películas que proyectan. Si no habéis ido, la primera vez que entréis en la sala 1 o principal y veáis la belleza de su interior entenderéis porqué estoy haciendo este artículo tan extenso.
Las entradas se venden en la taquilla del cine exclusivamente el mismo día de la proyección. La única venta anticipada que existe es a partir de las 21:00 del día anterior, en las que se pueden vender hasta el 30% del aforo completo. La taquilla abre a las 16:15, la cafetería a las 16:00 y la librería a las 17:00, todo de martes a domingo. El precio de la entrada es de 2,50€ por proyección y si eres estudiante 2€. También hay un abono de 10 pases, que cuesta 20€ y 15€ para estudiantes. Por último mencionar el detalle más importante, no se permite comer en la sala, así que ya sabéis a disfrutar en condiciones del cine Doré.
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