Las Cavas de Madrid son uno de los rincones más singulares de la ciudad. Ya hemos repasado anteriormente aquí sus orígenes y el porqué de su morfología. Paseando por la calle podemos encontrar múltiples locales con mucha historia como la Posada del Dragón y otros que han desaparecido como el Mesón del Segoviano, siguiendo Casa Lucio su tradición.
Hoy hablamos de otra posada con algo menos de historia pero con mucha relevancia, la Posada del León de Oro. Fue fundada por Manuel Fernández en 1880 y lleva su nombre actual desde 1881. Aunque el local tiene apenas siglo y medio de historia, el edificio donde nos encontramos data del siglo XVIII, siendo de las construcciones más antiguas de la Cava Baja.
Hace poco tiempo fue reformado interior y exteriormente para acentuar su carácter histórico. Se ha implementado un enfoscado en tonos amarillos suaves en su fachada, portada de sillares de granito rematada con un espectacular escudo de piedra, vigas vistas de madera bajo el techo y balcones de hierro forjado. Pero no sólo se ha reformado estéticamente, ya que como sabréis, en múltiples números pares de la Cava Baja encontramos restos de la muralla cristiana adosados a los cimientos de los edificios posteriormente construidos.
En esta posada cuentan con un gran lienzo del siglo XII que atraviesa el edificio de lado a lado y que podemos observar gracias a la instalación de un suelo de cristal en su restaurante. Además destaca su patio en corrala, muy cuidado y ricamente ornamentado.
La responsable de la conservación del comercio ha sido la familia Sanz Montero desde hace cinco generaciones. El local reabrió sus puertas en 2010, tras la reforma antes mencionada, como hotel con 17 habitaciones, cada una de ellas con su propia decoración. También cuenta con el anteriormente mencionado restaurante, de cocina tradicional y los mejores vinos.
Un rincón maravilloso que enriquece el entramado centenario de la ciudad de Madrid. En mi visita guiada «Murallas de Madrid» conocemos el recorrido tanto de la muralla árabe como cristiana y tenemos la oportunidad de observar restos que no son visibles normalmente.
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Hemos comido en el restaurante y la experiencia ha sido magnífica, un lugar para recomendar, volveré otra vez
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