Madrid fue un paraíso de los cines. Paseando por sus calles te podías encontrar con todo tipo de templos cinematográficos, con estilos diversos. Hoy hablamos de un cine bastante popular de la época a pesar de encontrarse un poco alejado del centro madrileño, el Cine de la Flor.
Su curioso nombre proviene de la calle de la Flor Baja, que conecta Leganitos con Isabel la Católica, prácticamente al lado de la Gran Vía. En esta pequeña calle se construyó el cine en 1912, permaneciendo un tiempo con cierta relevancia hasta 1926 cuando fue demolido por la construcción de la mastodóntica obra de la Gran Vía.


El Flor puso de moda las maratones cinematográficas, ya en 1912. El ABC decía del Flor en 1918 que «Los espectáculos cerrarán por la competencia. El primero de ellos será el Cine de la Flor, pues con el precio de 20 céntimos la butaca y 10 la general, creemos que no durará mucho abierto».


Pero no era el fin del cine, ya que el negocio se trasladó a la calle de Alberto Aguilera, 4. Allí fue construido por Luis Gutiérrez Soto en 1928. El edificio tenía una curiosa forma con una fachada de ladrillo enfoscado sobre un basamento de mármol. Se decoraba con un mirador central, dos estrellas y dos pinturas con forma de flor, que aludían al nombre del cine. Lo mejor del lugar sin lugar a dudas era el cine de verano, localizado en su azotea, idea que encantó a muchos y que fue replicada en el Cine Callao.
Permaneció en activo sin problemas hasta 1961, cuando fue reformado completamente, tanto su interior como su exterior. Con esta reforma cambió de nombre a Cine Conde Duque en 1967, el cual sobrevivió hasta 1989, cuando fue finalmente derribado. Actualmente se encuentra el edificio de viviendas construido en los 90, albergando en la planta baja el recientemente cerrado cine Conde Duque.
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