Cada cierto tiempo se vacía el estanque del Retiro para proceder a su limpieza. Al desalojar los cincuenta y cinco mil metros cúbicos de agua, suelen aparecer un montón de objetos arrojados al lago por los desaprensivos.
Particularmente curiosa fue la limpieza del año 2001, ya que el ayuntamiento ofreció un minucioso inventario de todos los objetos hallados bajo las aguas. A saber: ciento noventa y dos sillas, cuarenta y una mesas, veinte papeleras, nueve bancos, veinte vallas metálicas, cuarenta barcas hundidas, dos piraguas y dos cuchillos. Además había contenedores, soportes de sombrillas, teléfonos móviles, gafas de sol, urnas con cenizas, aparatos de radio, cámaras fotográficas, zapatos, juguetes, carritos de supermercado, una máquina expendedora de chicles, monopatines, diábolos, bidones metálicos… y no faltaban dentaduras, billeteras, riñoneras, e incluso una caja fuerte.
Entre toda esta basura vivían seis mil peces que fueron trasladados. El pez de mayor tamaño era una carpa de casi doce kilos a la que pusieron por nombre «Margarita».
Afortunadamente, no apareció ningún ser humano. Y es que, aunque parezca mentira, en la historia de este estanque ha habido varios casos de ahogamientos. No es fácil ahogarse en un estanque cuya profundidad oscila entre los 60 y los 180 centímetros; aún así, parece ser que algún suicida voluntarioso lo consiguió. En la época del Romanticismo cundió la moda del suicidio, lo cual dio pie a una irónica coplilla que decía así:
«Del estanque del Retiro, sacaron muerto mi amor. A no estar tan fría el agua, de pena me tiro yo».
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