En Madrid hay múltiples construcciones que han sido totalmente demolidas y de nuevo a ser construidas. No hablamos de reconstrucciones o diversos arreglos que han servido para conservar o embellecer el mismo, sino de total destrucción de patrimonio.
Muchas de las antiguas parroquias de las colaciones primitivas de Madrid (que ya analizamos en ESTA entrada) han perdido por completo sus orígenes y no conservan ni siquiera sus restos arqueológicos.
A los que nos dedicamos a intentar contar la historia de Madrid, nos frustra saber la cantidad de patrimonio que se ha perdido, ya sea por episodios anecdóticos o por grandes medidas o acontecimientos, como la Desamortización de Mendizabal, la construcción de la Gran Vía, o la guerra con los franceses.
Hoy analizamos uno de estos casos anecdóticos, pero que por desgracia el gran público desconoce. Hablamos del Palacio de la Nunciatura.
El Palacio de la Nunciatura se encuentra en la calle del Nuncio, aunque este edificio fue terminado en 1737 y no es del que vamos a hablar, sino del palacio original que estaba en el mismo lugar.

En 1608, el solar del futuro palacio estaba constituido por 2 casas diferentes, siendo una de Pedro Maldonado y la otra, de mayores dimensiones, de Mencía de la Cerda y Bobadilla, marquesa viuda del Valle. A la muerte de la marquesa, la propiedad pasó a Rodrigo Calderón, marqués de Siete Iglesias.
Posteriormente, el marqués cayó en desgracia, por lo que el monarca Felipe III, en 1618, destinaría finalmente los dos inmuebles para la residencia del Nuncio en Madrid.
A partir de 1647 se tomó la decisión de reconstruir el edificio, ya que estaba en estado ruinoso. Las obras fueron dirigidas por el arquitecto Francisco Bautista entre 1647 y 1658.

En 1681, se estableció el Tribunal de la Nunciatura, donde finalmente las obras de remodelación fueron llevadas realizadas por José de Villareal.
Finalmente, a principios del XVIII, el nuncio Pompeyo Aldrovandei compró el resto de la construcción, encargando a Manuel de Moradillo una reforma total del edificio, que le dio su aspecto actual.
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