En 1889, el mismo año en que París estrenaba la Torre Eiffel, los vecinos de Lavapiés decidieron levantar su propia versión de la célebre construcción como parte de las fiestas de San Lorenzo. La prensa madrileña de entonces, en concreto El Liberal, anunciaba el 27 de julio la instalación de “una torre Eiffel de 15 metros” en la calle del Ave María, acompañada de un “precioso submarino” en la calle de la Esperanza. Otras crónicas ofrecían variantes: hablaban de una estructura de madera y tela, engalanada con banderas, estandartes y escudos cedidos por el Almacén de Villa, rematada con focos de gas y con una altura que, según las fuentes, oscilaba entre los 11,5 y los 20 metros.
La iniciativa partió de dos vecinos, Francisco Muñoz y el hojalatero Francisco Fermín. Bajo la dirección del exconsejero Narciso Casal, una comisión ciudadana se reunió en el Café de Morales para organizar una colecta popular que reunió 526 pesetas, aunque finalmente el coste de la obra superó las 1.000. Los trabajos comenzaron el 31 de julio y participaron en ellos carpinteros, pintores y talleres de la zona.
El resultado fue una torre que llegó a medir hasta 21 metros y que, desde su primera plataforma, acogió actuaciones musicales de la banda del Hospicio de San Bernardino y del Orfeón Matritense.
La decoración no se limitó a la torre: Lavapiés entero se transformó. Las calles lucieron gallardetes, mantones de Manila, farolillos y hasta 67 arcos, muchos adornados con ramas traídas desde la Casa de Campo. Entre las curiosidades destacaban una réplica del submarino de Isaac Peral en la misma calle del Ave María y una Giralda improvisada que coronaba uno de los arcos.
La réplica parisina se convirtió en el epicentro de las celebraciones. A sus pies se instalaron cucañas, trampolines y juegos infantiles, mientras que en su interior se habilitó un estrado para espectáculos musicales. Con el humor castizo del barrio, los vecinos pronto rebautizaron aquella creación como “la Torre Infiel”.
Más allá de su función ornamental, la obra simbolizó el orgullo y la cooperación de un vecindario que buscaba engrandecer sus fiestas. La prensa de entonces hablaba de una “resurrección de las verbenas”, en un contexto de sana competencia entre barrios: Lavapiés quería estar a la altura de otras celebraciones, como las de Santa María Magdalena en Hortaleza, que habían dejado huella ese mismo verano.
Hoy, de aquella singular torre quedan testimonios en un óleo conservado en el Museo de Historia de Madrid y en una ilustración de Primitivo Carcedo publicada en La Ilustración Nacional, documentos rescatados gracias a la Hemeroteca Municipal y la Biblioteca Digital Memoria de Madrid.
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