Paseando por Madrid te puedes encontrar todo tipo de construcciones sorprendentes, ya sea por su diseño arquitectónico o por elementos ornamentales concretos, como en el caso de hoy. Seguro que habréis pasado en innumerables ocasiones por la calle Hortaleza o San Mateo, ambas en el denominado “barrio de Justicia”. Entre estas dos calles existe otra, llamada Mejía Lequerica, donde se encuentra el protagonista de este artículo, el edificio popularmente conocido como “Casa de los Lagartos”.
Proyecto y obra de Benito González del Valle y Fernández-Galán, este edificio es de las pocas muestras de arquitectura modernista y de influencia de la Secesión de Viena que existen en Madrid. Su curioso nombre procede de unas esculturas con forma de lagarto que adornan y sustentan la cornisa de la fachada del edificio. Personalmente me parecen más unas salamandras no sólo por su forma sino también porque trepan las paredes y habitan en los tejados.
Fue construido en 1912 y estaba proyectado para viviendas de alquiler. Su arquitectura engaña desde el exterior, ya que tiene una planta muy estrecha, con mucha fachada y poco fondo. De hecho, es once veces más largo que ancho. El truco óptico se puede descubrir desde la esquina de Mejía Lequerica con San Mateo, contando con sólo cinco metros de ancho. Por su peculiar diseño, estrecho y alargado, sólo se pudieron construir dos viviendas por planta con la escalera en el centro del edificio.
Todas las habitaciones del edificio, cocina y baño incluido, dan a la calle y están conectadas por un larguísimo pasillo. Debido a su estrechez no cuenta con patio alguno y actualmente estas casas tan alargadas se han dividido en dos por planta, partiendo por la mitad dicho pasillo y reduciendo sus dimensiones en el proceso.
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