La mayoría de los madrileños conocen la Cava Baja y Alta, dos de las calles más peculiares e importantes del barrio de la Latina. Mientras que la Cava Baja conecta de manera ininterrumpida la plaza del Humilladero y la de Puerta Cerrada la Cava Alta sigue un trazado bastante distinto.
Muchos pensarían que sigue el mismo recorrido que su vecina cava, pero no es el caso, ya que la Cava Alta rompe su dirección abruptamente hacia la calle Toledo, tomando su relevo la calle de Grafal, que sí acompaña a la Cava Baja hasta la Puerta Cerrada. Hoy hablamos de esta calle con una historia escondida.
Originalmente esta calle era conocida como la del Azotado, en referencia a un caballero llamado Hernán Carnicero, que vivía en este rincón madrileño y que fue sentenciado públicamente a ser flagelado. Parte de estos azotes se les propinó delante de su casa, por lo que quedó muy humillado. Tras salir del hospital de curarse sus heridas, decidió vender su casa para abandonar cualquier atisbo de deshonra.


Desgraciadamente no consiguió venderla ya que el episodio de los azotes fue tan difundido entre los madrileños que nadie quería vivir en este lugar. Desesperado, Hernán tomó una decisión radical y decidió prender fuego a su casa para dejar atrás episodios tan ridículos. Le salió mal la jugada, ya que el fuego se propagó a las casas colindantes provocando que estas también se vieran reducidas a cenizas.
Tras este episodio Hernán consiguió lo opuesto a lo que buscaba, hizo aún más famosa a su casa incendiada y su ridículo episodio. Al terminar de edificar las nuevas casas los madrileños decidieron nombrar calle del Azotado a este rincón, para que permaneciera en la conciencia colectiva. Es una pena que no hayamos conservado este nombre hasta nuestros días, ya que es un episodio con cierta sorna y digno de contar.
En 1821 se cambia el nombre por su actual “calle de Grafal”, en honor al marqués de Grafal, corregidor de Madrid en 1747 y responsable del fin de las obras de terraplenar el foso que había en el Cava Alta.
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