Palacio de la Música, un tesoro cinematográfico en la Gran Vía de Madrid

A medida que avanzaban las extensas obras de construcción de la Gran Vía madrileña, se fueron erigiendo de manera progresiva los principales edificios que la componían. En concreto, el 30 de mayo de 1924 se presentó una solicitud para construir un edificio en un terreno de 1146 metros cuadrados, el cual se transformaría en uno de los cines más grandes de Madrid, conocido como el Palacio de la Música.

Detrás del proyecto se encontraba la SAGE (Sociedad Anónima General de Espectáculos), con el arquitecto Secundino Zuazo Ugalde a cargo de la construcción y el diseño. Inicialmente, el proyecto llevaba el nombre de «Sala Olimpia». Después de descartar algunas propuestas iniciales debido a problemas técnicos, finalmente se aprobaron y comenzaron las obras de construcción.

Una vez se vació por completo el terreno, se cimentaron los terrenos para poder albergar una sala de fiestas en el sótano, mientras que el resto de la estructura principal se ubicaría en las alturas superiores. Tanto la cimentación como la estructura se realizaron utilizando hormigón armado y se reforzaron con vigas de hierro. La cubierta del edificio se construyó con vigas de hierro que soportaban toda la estructura, además de albergar un espacio para proyecciones al aire libre que se construiría posteriormente.

Aunque la fachada del edificio presenta un estilo ecléctico, se pueden apreciar ciertas influencias barrocas. La fachada cuenta con dos entradas al complejo, flanqueadas por cuatro nichos rematados con arcos de medio punto, todos elaborados en mármol, un material que prevalece en esta construcción. Sobre estos elementos se añadieron dos niveles de ladrillo, destacando los ventanales decorados con vidrieras que representan motivos mitológicos. En la parte superior de la fachada se construyó un corredor o porche con columnas jónicas y una balaustrada de mármol. El resto de las fachadas se realizaron con altos muros de ladrillo, sin una decoración destacada.

El 4 de diciembre de 1925 se desplomó el forjado de la última planta que cubría la estructura, arrancando parte del muro medianero de una casa vecina. Falleció una persona y se produjeron grandes daños materiales que ralentizaron las obras de construcción. Fue un episodio muy sonado en la prensa de la época. Zuazo tuvo que reformar el proyecto para asegurar el forjado y que no se produjera una desgracia similar. Las obras se retomaron bien entrado el año 1926, pero desde entonces las obras fueron viento en popa. 

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Durante la construcción se barajaron los nombres de sala SAGE (siglas del promotor) o Palacio de la Música, eligiendo adecuadamente por el segundo. El acceso se podía hacer por los huecos de la fachada o uno accesorio en la calle colindante de la Abada. Al pasar nos encontraríamos con el imponente vestíbulo, ricamente decorado cuya función era la de epatar al asistente. Contaba con suelos y zócalos de mármol, paredes y techos decorados con abultados de escayola dorada y muchos otros detalles exquisitos. En el centro encontrábamos la puerta principal, flanqueada por dos semicolumnas, que daba acceso a la sala de proyecciones. El patio de butacas era muy amplio y se estrechaba según te acercabas al escenario, estando este ricamente rematado con un arco de medio punto decorado con escayola y artesonado. En los laterales del escenario había dos huecos con tubos de órgano, con función decorativa, aunque se esperaba que fuesen utilizados en futuros conciertos. Delante del escenario se situaba un pequeño foso donde se situaba la orquesta. El espacio no estaba preparado para obras teatrales, pero recordemos que cuando se construyó el cine aún era mudo, por lo que las películas debían tener acompañamientos musicales. El escenario era muy pequeño en comparación con el resto del complejo. Tenía forma de medio círculo, estaba abovedado, tenía un rico artesonado y dos columnas jónicas de mármol como las de la fachada. Este escenario se mantenía cubierto con un telón de terciopelo, que se discorría al comienzo de las proyecciones. El resto del patio de butacas estaba decorado con finos trabajos de escayola dorada y madera. En la parte superior encontrábamos los palcos, cuatro por lado, que contaban con sillas movibles para comodidad de los asistentes. Cada butaca estaba realizada en madera y revestida con telas aterciopeladas con rayas. 

También contaban con un salón de reposo y servició de café. Este salón tenía forma alargada con techo abovedado y decorado con frescos. El salón se iluminaba de manera natural durante gran parte del día gracias a los ventanales de la fachada principal.

La sala tenía una capacidad de 2000 espectadores en el momento de su inauguración, siendo uno de los cines más grandes de Europa. A pesar de los inconvenientes y accidentes durante su construcción, el Palacio de la Música comenzó su aventura el 14 de noviembre de 1926 proyectando la película “La venus americana”, acompañada de la orquesta dirigida por el maestro Bautista. Casi tres años después se tuvo que añadir sistemas de sonido para proyectar “La canción de París” el 3 de octubre de 1929, la primera película sonora de este cine. 

Durante la proyección de “Las calles de Nueva York”, el martes 22 de noviembre de 1932, estalló un gran incendio en el cine que destruyó el órgano decorativo, el espacio para orquestas y la embocadura del escenario. Gracias a las instalaciones y la rápida evacuación del local, no se produjeron heridos o fallecidos. Tras una veloz remodelación, el cine reabre sus puertas el 18 de febrero de 1933. 

Uno de sus mayores éxitos se produjo con la proyección de “Blancanieves y los siete enanitos”, en cartelera desde el 6 de octubre de 1941, permaneciendo allí durante 3 meses. En enero de 1942 se proyectó la película “Raza”, superproducción española de dudosa categoría intelectual, cuyo objetivo era propagar el ideario franquista en los primeros años de posguerra con una zafia aventura propagandística de tres soldados fascistas durante la Guerra Civil. En 1954 se realizaría una de sus principales modificaciones, la instalación de vistavision, un proto cinemascope.

En 1984 se cerró la sala de fiestas subterránea, se vació y se construyeron dos salas complementarias de tamaños muy inferiores. Al inaugurarse estas dos nuevas salas se proyectaron “Feroz”, “Piezas asesinas” y “Playboy en paro”. La sala principal contaba con 1750 butacas por entonces, la sala 2 con 668 butacas y la sala 3 con 241.

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A lo largo del tiempo, la fachada del Palacio de la Música apenas experimentó remodelaciones, pero gradualmente fue ocultada por el creciente tamaño de los carteles cinematográficos, llegando incluso a cubrirla en algunas ocasiones. En cuanto a su gestión, el edificio pasó por diversas manos. Inicialmente, estuvo bajo la administración de la empresa SAGE, como mencioné anteriormente, hasta 1943, y luego fue adquirido por Filmófono. En 1960, Rafael Mateo Tari asumió el cargo de gerente, hasta que finalmente pasó a manos de la familia Bautista Soler Crespo, quienes fueron los responsables de su dirección hasta su cierre.

El Palacio de la Música cesó sus actividades el 22 de junio de 2008, después de proyectar las películas «Antes de que el diablo sepa que has muerto», «88 minutos» y «Black Jack». Desde entonces, tras caer bajo la administración de la antigua obra social Caja Madrid, el lugar ha permanecido cerrado, a la espera de ser restaurado. Resulta lamentable que un tesoro como este siga sin ser recuperado. La última noticia que tengo al respecto, al momento de escribir estas líneas, habla de su posible transformación en un teatro por parte de la Fundación Montemadrid. Parece que tendremos que esperar varios años más para disfrutar nuevamente de esta joya de la Gran Vía madrileña.


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