Calles de la Esgrima y la Espada

Paseando por Lavapiés te encuentras con todo tipo de leyendas, historias y medio verdades. Durante el recorrido de mi visita guiada “Curiosidades y anécdotas: Lavapiés y el Rastro” cuento la historia de muchos rincones de las mencionadas zonas de Madrid. Una de ellas recoge la historia de dos calles vecinas que reflejan a la perfección la esencia del barrio. Se trata de la calle de la Espada y la calle de la Esgrima.

Según Pedro de Répide, en esta zona había un camino aún más estrecho que el actual que conectaba la desaparecida Iglesia de San Millán (se encontraba cerca a la Plaza de la Cebada) con el arroyo de Atocha. En la calle de la Espada había una casa que era conocida como “la del Inquisidor” y junto a esta un corralón que fue alquilado por un maestro de esgrima para montar una escuela y para llamar la atención colgó en su fachada una espada.

Este maestro contaba anécdotas de todo tipo sobre la procedencia de dicha espada. A este lugar asistía Lope de Vega junto con su hermano para instruirse en el manejo de las armas, aunque de poco le sirvió al último ya que falleció con la hecatombe de la Armada Invencible. No fueron los únicos clientes ilustres ya que aquí estuvieron aprendiendo el arte de la esgrima los pajes del duque de Lerma. El inmueble se lo alquiló un mercader de libros por 20 ducados al año.

El dueño del corralón decidió expulsar al maestro de esgrima porque quería especular con el edificio (poco hemos cambiado) demoliéndolo y construyéndolo a continuación. Antes de ponerle de patitas en la calle, se quedó con la espada del maestro ya que le debía varios pagos del alquiler. Este hombre estaba pletórico ante tan favorable situación pero topó con la iglesia, en concreto, con los frailes de la Merced, que tenían la medianería de la casa anexa a la suya, por lo que le fue imposible demoler la totalidad del edificio. Esto no le frenó, ya que decidió demoler su parte y el dueño desistió en quedarse con la espada, quedándose colgada en la parte del edificio que pertenecía a los frailes. Finalmente la espada despertó el interés de don Antonio de Silva y Toledo, duque de Alba, quien la compró e hizo colocar en su armería personal. 

En la esquina con la calle de Soler y González, que antes se llamaba Pingarrona, se encontraba el primer Consultorio para niños de pecho, con baños y otras instalaciones para el cuidado de la higiene infantil.

Pero aquí no acaba la historia de estas calles ya que la tradición cuenta un suceso truculento que ocurrió en la calle de la Espada en el siglo XVIII. Una joven regentaba tranquilamente una tienda de la calle cuando un hombre intentó robar en el lugar e intentó asesinar a la muchacha. El criminal decidió huir presto ya que habían dado la alarma a las autoridades. Tras este dramático episodio la jóven decidió abandonar Madrid y cuál fue la casualidad que se enamoró años después de su agresor en un pueblo de Cataluña. Resulta que la joven había olvidado por completo el aspecto de su asaltante, al igual que dicho criminal. El delincuente huyó a América tras el robo cometido y para redimir su pecado decidió trabajar honradamente y la fortuna le sonrió ya que se volvió tremendamente adinerado. 

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