- Lugar: Fundación Canal. C. de Mateo Inurria, 2
- Horario: Laborables y festivos: 11:00 a 20:00h. Miércoles: 11:00 a 15:00h
- Fecha: Hasta 23/04/23
- Entrada gratuita
Información
La exposición está estructurada en 3 espacios fundamentales. En el primero se muestran autocromos estereoscópicos que Lartigue empezaría a realizar desde 1912. Podemos ver a través de unas lentes este maravilloso efecto visual que genera una sensación 3D. Al igual que sus imágenes contemporáneas en blanco y negro, sus primeros autocromos ilustran su vida cotidiana y sus recuerdos. Lartigue afirmó en una entrevista de principios de la década de 1970 que había realizado cerca de 300 autocromos, de los que se conservan 86 placas.


Las características técnicas del autocromo, especialmente su largo tiempo de exposición, no le permiten realizar instantáneas. Tiene que trabajar de forma diferente, que consiste en componer y pensar de manera muy meditada la imagen. Esta adaptación a la técnica le hace desarrollar el interés por la forma y el color, como demuestra una serie de diez fotografías de Madeleine Messager, su primera mujer (a la que apodaban Bibi), realizadas en 1920 y 1921. La realización de estas placas marca el inicio de una clara evolución artística en Lartigue y le permite afianzarse tanto en el dominio de la forma como del color. Las diferentes fases de su aprendizaje por imitación, limitado por la técnica o por la repetición, le llevan en los años 1930 a una fotografía de composiciones perfectas y de gran calidad estética. Las miles de fotografías en blanco y negro que tomó a la modelo Renée Perle entre 1930 y 1932, que se mueven entre la moda y la publicidad, perfeccionan su ojo. Entre 1928 y 1946 Lartigue abandonó la práctica del autocromo.



Avanzando hacia la siguiente sala podemos comprobar su aproximación a la pintura y una composición más conceptual de su obra, centrándose en la naturaleza como inspiración. Después nos encontramos con la sala principal, que está dividida en 2 secciones. Aquí podemos ver el grueso de su obra a color con algunas muestras sensacionales. Desde finales de la década de 1930, los avances técnicos del Kodachrome en los Estados Unidos y del Agfacolor-Neu en Alemania serán determinantes y posibilitará definitivamente la llegada de “la era de la fotografía moderna en color”.
Las revistas, la publicidad, la moda y la industria del cine se convierten en territorios de creación privilegiados. Para Lartigue, y para muchos otros profesionales de la fotografía, el color reaparece después de 1945, gracias a los trabajos destinados a la prensa ilustrada. Uno de sus primeros trabajos en color es la portada de una revista de moda italiana, Bellezza, en 1950, para la cual retrata a su esposa Florette.




En la década de 1950, sigue recibiendo encargos de la prensa ilustrada, como es el caso de las revistas Fêtes et saisons, Point de vue: Images du monde, así como de la agencia Rapho. Su buen conocimiento de la Costa Azul y su idiosincrasia le permiten fotografiar sus paisajes y a sus celebridades. A principios de los años 1960 y gracias a su participación en la asociación Gens d’images, fundada por Albert Plécy (1914 – 1977), jefe de redacción de Point de Vue: Images du Monde, su obra es reconocida en toda Francia lo que le permite asentarse definitivamente en el mundo de la fotografía. El año 1963 señala el inicio de una nueva era en la recepción de su obra. La exposición que le dedica el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MOMA) atribuye a Lartigue el papel de fotógrafo amateur, de poeta de la instantaneidad del blanco y negro anterior a los años 1920, y de padre de Cartier-Bresson, según Szarkowski.



Esta exposición le facilita numerosos encargos y provoca que la fotografía americana entre a formar parte de su cultura visual. Después de esa primera exposición en el MoMA en 1963, y posteriormente con la publicación de su portafolio en Life del mismo año, Lartigue, ya es plenamente reconocido como fotógrafo profesional y no será visto nunca más como aquel amateur de principios del siglo XX. Aun así, seguirá usando los códigos y ahondando en el vocabulario visual de sus inicios, y volverá a realizar algunas de sus fotografías más emblemáticas, muchas de ellas en color esta vez. Finalmente encontramos una proyección fotográfica donde se hace una comparativa de su obra realizada en Nueva York y París con décadas de diferencia. Esto nos ayuda a comprobar cómo el mismo fotógrafo es capaz de evolucionar y cómo sería claramente influenciado por la fotografía callejera americana. Una magnífica exposición que encantará a todos los amantes de la fotografía.




Recomiendo el catálogo de la exposición. Una edición en tapa dura y una gran calidad de papel, con todas las imágenes que se muestran en el recorrido y con sus textos explicativos. Se puede adquirir en la misma recepción de la Fundación Canal.
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