La Cuesta de Ciegos es una pequeña pendiente, con una escalinata que se hace casi infinita y que salva el desnivel de la calle Segovia con la calle de Beatriz Galindo y con la calle de la Morería.De un aspecto imponente, tanto desde arriba como abajo, la Cuesta de los Ciegos oculta una leyenda en su propio nombre.
Nos tenemos que trasladar al siglo XIII y acompañar a Francisco de Asís en sus aventuras por Madrid. Como ya algunos sabreis, la zona de las Vistillas, Plaza de Paja, Plaza del Alamillo y su entorno acogía a la Morería, que era la zona donde los musulmanes se concentraban, con el permiso de los cristianos, tras la conquista pacífica de la ciudad de Mayrit.
Un día, el bueno de Francisco, acompañado por su amigo fray Gil, encontraron este lugar, que debía su nombre a que se reunían en él numerosos ciegos. Al observar este panorama, decidieron crear un aceite milagrosa, que al frotarse en los ojos, hacía recuperar la vista. Y por supuesto, fue dada a estas pobres personas. Desde entonces, fue una actividad cotidiana.

Abenares y Xifré, 2 moros que pasaban por allí, tomaron nota del acontecimiento, y como buenos pícaros, planearon su próximo timo. Cuando Asís y Gil pasaron por esta cuesta de nuevo para curar a algunos ciegos, los 2 moros cerraron los ojos y empezaron a dar golpes con un bastón, aparentando necesidad y ayuda. Asís y Gil se lo olían, aunque dieron esta aceite aún así. Los moros una vez que tenían el aceite, probaron a untársela en los ojos, por curiosidad, y tal fue su desdicha, que perdieron la vista, ya que este aceite hacía perder la vista a quien previamente la poseía.
Asís y Gil, advirtieron a estos 2 pícaros, que el único modo de recuperar su vista, sería el de encontrar unos trabajos dignos y no volver actuar contra los más necesitados.
Finalmente Xifré se dedicó al comercio y Abenares, trabajó en la administración de justicia, y entonces, recuperaron la vista.
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