Cuando paseas por el casco histórico de Madrid te puedes encontrar con rincones llenos de encanto. Es el caso de hoy, la plaza más pequeña de la ciudad, la Plaza de San Javier. Se encuentra bien escondida, en la parte intermedia de la calle del Conde. Muchos madrileños desconocen su existencia precisamente por su peculiar localización. Aunque en tiempos pasados tuvo un aspecto diferente sigue teniendo construcciones acordes a su entorno.
En este pequeño lugar se encontraba una propiedad de la Compañía de Jesús, con una imagen de San Francisco Javier, el jesuita apóstol de las Indias, ornamentando la fachada. De ahí viene su nombre pero no es la mejor historia que esconde la plaza. Daniel Pérez Vicente hace referencia a unos restos andalusíes que se encontraron durante las intervenciones arqueológicas de la plaza.
Se encontró un silo que fue reutilizado como basurero, y que contenía principalmente restos óseos y cerámicos datados entre los siglos XI y XII. Relacionado pero sin prueba arqueológica que lo corrobore, Montero Vallejo sostiene que pudo ver un gran muro en la plaza que le parecía excesivo para ser una simple cimentación. Por ello, sostenía que posiblemente se tratase de la hipotética medinilla, cuya existencia sigue aún en duda y que correspondería a un supuesto segundo recinto amurallado andalusí.
La historia más famosa de la plaza no tiene nada que ver con los orígenes de Madrid, sino con su bandolero más famoso, Luis Candelas. Aquí hasta no hace tanto tiempo se encontraba el Mesón de San Javier, encima del cual cuenta la tradición que vivía una joven dama que estaba enamorada del bandolero. El cariño era mutuo y cada vez que Candelas iba a visitarla dejaba a dos trabuqueros al cargo de los accesos de la plaza y que nadie pudiera pasar. Es curioso como algunos de los rincones más pequeños de Madrid están repletos de sorpresas.
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