Colegiata de San Isidro

Este edificio religioso no podría enterderse sin la relación que tiene con San Isidro, nuestro patrón. No sólo porque alberga sus restos mortales sino porque la construcción del templo está relacionada con su canonización. Pero empecemos desde el principio.

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Foto de Laurent entre 1860-1886

San Isidro, agricultor que trabajaba para la familia de los Vargas fue enterrado en la parroquia de San Andrés, justo al lado de la vivienda de los Vargas. Posteriormente con la victoria de Alfonso VIII en las Navas de Tolosa en 1212, se descubrieron los restos de San Isidro, que se encontraba totalmente incorrupto. Al coincidir con el año de esta victoria bélica tan importante, el monarca consideró que su éxito se debió a San Isidro.

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Catedral de San Isidro. Procesión Corpus Christi, 1929

Desde entonces San Isidro fue clave en la historia de Madrid (ya lo era antes) y se le llenó de honores. Se construyó un arca funeraria de madera con pinturas góticas, que actualmente se encuentra muy bien conservado en la catedral de la Almudena. Se depositaron sus restos en esta arca hasta que en el siglo XVII con la ocasión de la canonización de San Isidro, San Francisco Javier y otros muchos, el gremio de plateros elaboró una arca nueva de metales preciosos.

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Catedral de San Isidro, 1930

Sus restos, conservados en esta arca de metales preciosos, se veneraron en la iglesia de San Andrés desde el siglo XIII (su descubrimiento) hasta el XIX, cuando se decidió mover definitivamente sus restos a la Colegiata de San Isidro, concretamente al retablo mayor.

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Precisamente con la ocasión de su canonización tambien se canonizó a Francisco Javier, muy importante para esta iglesia ya que su construcción fue originalmente dedicada a este santo. La Compañía de Jesús fue la encargada de crear este templo para complementar el ya construido Colegio Imperial (actual Instituto San Isidro), siendo proyectada en 1620 por Pedro Sánchez, aunque le siguieron Francisco Bautista y Melchor de Bueras, y mucho más tarde en el XVIII, se reformaría el interior por Ventura Rodríguez.

Interior Colegiata.jpg

El nombre de colegiata le viene desde la expulsión de los jesuitas en 1769. Pero lo que más recordaremos todos es los 107 años que esta iglesia fue nuestra Catedral (1885-1992) mientras que la Almudena estaba siendo construida.

La iglesia tiene una planta de cruz latina y está formada por una nave con capillas en las naves laterales. Sobre el crucero se puede observar la bella cúpula, que apesar de no estar decorada con pinturas, sorprende por su estructura. La iglesia posee numerosas ventanas con celosías que se utilizaban para que los alumnos del Colegio Imperial asistieran asiduamente.

Retablo Mayor.jpg

En el año 1936 sufrió un grave incendio, aunque el cuerpo de San Isidro fue escondido y por suerte se salvó de las llamas. Aún así, su interior está muy bien conservado, y presenta mayormente la reforma que realizó Ventura Rodríguez. En este incendio se perdieron numerosas obras de arte y el retablo mayor original que diseñó el arquitecto, aunque actualmente existe una réplica. En este retablo se encuentra el cuerpo del santo, realizado en plata, bajo el cual se encuentra su esposa, Santa María de la Cabeza. En su conjunto, el templo es una de las mejores muestras del barroco madrileño, siendo tan prolífico como ya sabemos.

Colegiata de San Isidro.JPG
Colegiata de San Isidro desde la Plaza Mayor

Pero sin lugar a dudas, lo que a mi personalmente me gusta más, no por su belleza sino por su singularidad, es su fachada. Las 2 torres laterales gigantes poseen pilastras y columnas corintias, muy atípicas. El detalle de las esculturas de San Isidro y Santa María de la Cabeza en la hornacina engloba la obra, siendo estas esculturas réplicas de las originales, de Juan Pascual de Mena, destruidas las anteriores en el incendio anteriormente mencionado. Las torres estuvieron durante largo tiempo sin terminar, finalizándose sus obras después de la Guerra Civil. Tal vez sea el poco espacio para disfrutar de su fachada, pero particularmente es una de mis favoritas por la contundencia de sus formas.


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